LA BOCA Y LA COMIDA
Ya hemos estudiado el uso de los dientes y el modo de cuidarlos. Pero además de los dientes, hay en la boca otras muchas cosas que son de gran importancia e interés. En este capítulo estudiamos los labios, la mucosa bucal y el humor que elabora; y en él aprendemos que al comer se produce en la boca una secreción, que modificando químicamente el alimento, lo prepara para entrar en nuestra sangre. El proceso de la masticación es importantísimo, pues contribuye a la acción que la saliva ejerce sobre los alimentos. La última parte que estudiamos en la boca es la lengua, maravilloso órgano muscular que nos es de necesidad imprescindible, no sólo para hablar, sino también para comer y apreciar toda clase de sabores. También aprendemos algo acerca de éstos y de la gran ventaja de poseer el sentido del gusto perfectamente desarrollado para recibirlos.
Los labios tienen gran importancia y son dignos de un estudio detenido. Deben permanecer siempre unidos para mantener cerrada la cavidad bucal, y abrirse sólo cuando comemos o hablamos, pues la boca no se ha hecho para servir de medio respiratorio, según hemos visto ya. Están abundantemente provistos de nervios, y esa circunstancia, a la que deben su gran sensibilidad, es preciosa, porque los labios vienen a ser la guardia de esta entrada del cuerpo; y todo aquello que tiene sabor desagradable o molesto, o no es idóneo para servir de alimento, es percibido inmediatamente por los labios, que se cierran, impidiéndole la entrada o expulsándolo de la boca. Resulta muy interesante e instructivo ver cómo los labios de los pequeñuelos descubren y rehúsan en el acto todo lo que ellos no consideran bueno para ingerir.
Los labios están cubiertos de una piel muy delgada y delicada, cuya superficie va modificándose y mudando de carácter a medida que se interna hacia el fondo de la boca, llamándose entonces membrana mucosa. Esta mucosa, que tapiza las paredes de la cavidad bucal -y la mayor parte de las superficies interiores del cuerpo-, se llama así porque produce una sustancia suave y compacta, llamada mucosidad, humor que es inapreciable, aunque nos resulta algo molesto cuando estamos resfriados y nuestra nariz lo produce en cantidad excesiva. Los microbios quedan presos en esta mucosidad, que no les permite pasar al interior del cuerpo, y es algo antiséptica o venenosa para tales microorganismos; ella también recoge el polvo y permite, por ejemplo, que la parte interna del labio y la encía puedan ponerse libremente y con toda facilidad en contacto, sin quedarse pegados uno y otra. Así es que, como vemos, hace el oficio del aceite lubricante que ponemos en una máquina, o en los ejes de un automóvil o bicicleta, para que puedan correr suavemente. También reviste nuestro alimento con una pequeña capa antes de deglutirlo, para que esta operación pueda efectuarse así de manera fácil y ligeramente.
La producción de mucosidad por la membrana depende del sistema nervioso, y puede ser perturbada por un afecto del ánimo, como el enfado o el temor, y hace que la boca se vuelva seca y que apenas podamos deglutir. Algunas veces en la India, cuando hay varios sospechosos de haber robado algo, se les hace tomar un bocado de algún alimento seco, como arroz o trigo, y se les obliga a tragarlo. Como el cerebro del culpable se halla sobreexcitado por la angustia y el temor, la mucosa bucal no puede producir bastante humor para ablandar y envolver el alimento; y el delincuente, que en vano se esfuerza para deglutirlo, queda así descubierto.
También afluye a la boca, cuando comemos o vemos algo que quisiéramos comer, un líquido muy acuoso, diferente por completo de la mucosidad, que se llama saliva. De ahí viene el decir que “la boca se nos hace agua”, al ver algo que nos gusta. La saliva no se produce en la cavidad bucal, sino en unas glándulas especiales que se encuentran debajo del oído y también bajo la lengua y bajo la mandíbula, y son tres en cada lado. Se llaman glándulas salivales, y en las serpientes venenosas son las que segregan el veneno. Los dientes que se encuentran más próximos a la boca de los conductos secretores de estas glándulas son los últimos, generalmente, en caer, ya que la saliva es alcalina, y como ya hemos visto se combina con los ácidos que podrían destruir los dientes y, por tanto, los conserva.
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