Maravillosa semejanza entre la vida de las amebas y nuestras propias células
Muchas células de nuestro cuerpo son muy parecidas, en los comienzos de su existencia, a la ameba, pero difieren mucho de ésta después de completamente formadas. Poseen, como la ameba, un núcleo; pero el cuerpo de la célula se prolonga en una o varias direcciones, en larga fibra. Gran número de estas fibras, procedentes de muchas células nerviosas, se unen en haz, y constituyen lo que llamamos nervio. Esta fibra forma realmente parte del cuerpo de la célula nerviosa de la cual procede; de manera que, si se corta un nervio, el experimento viene a ser el mismo que el de dividir una ameba en dos partes, una de las cuales contuviera el núcleo; el resultado es siempre el mismo en los dos casos.
La parte del nervio unida al núcleo: continúa viviendo y no experimenta, ningún cambio, pero la otra muere.. Es cosa maravillosa el que se pueda demostrar qué una minúscula ameba de estanque y una célula nerviosa del cerebro humano, obedecen a las ¡mismas leyes, a pesar de la diferencia inmensa que separa una célula dé otra. Las leyes de la vida son iguales; en todos los casos, por mucho que los seres vivos difieran entre sí. Si a causa de algún accidente ha sido cortado un nervio, y el cirujano consigue reunir y coser las dos partes, la vitalidad del núcleo hará que la materia viva atraviese el corte y se comunique a la parte del nervio que debía morir, quedando así restablecido éste en toda su extensión, y esto aunque el punto cortado se halle a medio metro o más del núcleo, como ocurre con los nervios de las piernas; del mismo modo que la parte de una ameba que comprende el núcleo no tarda en reconstituirse por completo.
El núcleo es, por consiguiente, el centro de vida de la célula; sin él, ésta no puede vivir. La facultad que tiene la célula de reparar el daño! causado la debe enteramente a la vitalidad del núcleo.
Asimismo, el carácter de la célula depende del núcleo, según hemos averiguado últimamente. Sabemos! que entre las personas existen diferencias. de carácter, pues si bien los cuerpos se parecen más o menos, los cerebros son muy diferentes. Es probable que los cuerpos de todas las células están hechos de la misma sustancia dispuesta en la misma forma (si es que tienen forma las células); pero los núcleos difieren entre sí y le dan a cada célula el carácter que la distingue.
A pesar de que la célula no puede vivir sin núcleo, no por eso deja de estar viva, y continuará en este estado, aunque por muy corto espacio de tiempo, después de separada de aquél. Por consiguiente, tanto la sustancia de que se compone el cuerpo de toda célula, como la sustancia de que se compone el núcleo, es materia viva; y de ahí que no haya en buena doctrina científica, según testimonio de muchos sabios, dificultad alguna en dar por cierto que toda clase de materia viva, ya pertenezca a Una planta, ya a un animal, ya al hombre, posee ciertas propiedades, las cuales la distinguen de la materia muerta. No caben dudas respecto a este punto, y es preciso que comprendamos bien la sustancia maravillosa que llamamos materia viviente, o, por lo menos, materia en la que hay vida. Esta clase de materia, en la cual existe ya en su forma más rudimentaria y más simple la vida, se llama protoplasma, palabra derivada de otras dos griegas que quieren decir “primera forma”. Toda la parte viva de las células está formada por el protoplasma.
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