Las admirables fibras que unen entre sí nuestros sentidos


Por lo que respecta a los centros especiales, las fibras que de las células de los mismos emergen, se dirigen adonde es lógico suponer. Las fibras del centro visual se dirigen al ojo; las del centro de la audición están en conexión con el oído; las fibras del centro de la motilidad voluntaria van a la medula espinal, de donde pasan a los músculos. Como es natura], estos hechos nos dan la clave de las funciones de los referidos centros. Ahora bien, si investigamos el lugar adonde se dirigen las fibras que emergen de las zonas o áreas silenciosas, descubriremos la verdadera función de tales áreas y esta función, cualquiera que sea, debe ser de las más importantes, pues entraña en sí la diferencia que existe entre los animales inteligentes y los de muy limitada inteligencia, entre los animales superiores y los inferiores.

Encontramos, pues, que las fibras que emergen de las zonas silenciosas corren en todas direcciones; pero formando grupos bien definidos y siguiendo vías determinadas, yendo a otros centros cerebrales. Lo que en realidad hacen es asociar una parte del cerebro con otra. Fácil es comprender que, aunque un animal vea, y vea perfectamente, si no existieran tales fibras de asociación, nada de lo que la vista percibe podría despertar en el referido animal la imagen de algo que haya oído o palpado o percibido por el olfato. Ahora bien, cuando meditamos sobre el modo de llevar a cabo nuestras acciones, la manera de combinar una imagen con otra, cómo una cosa nos recuerda otra cosa distinta, comprenderemos cómo las fibras de asociación constituyen la diferencia real existente entre un cerebro superior y un cerebro manifiestamente rudimentario.