CÓMO PRINCIPIÓ LA VIDA


Sabemos que la vida es algo más que actividad, y que una cosa puede estar viva aunque no la veamos moverse. Procuremos, pues, indagar cómo empezó la vida. Hace mucho tiempo no .había vida sobre la Tierra, la cual estaba demasiado caliente para que pudiese existir en ella vicia de ninguna clase. Pero conforme se fue enfriando el mundo, empezó a manifestarse la vida en la parte más templada—esto es, en el mar—, y lo primero que tuvo vida, fueron probablemente las algas. De todos modos, tenemos la seguridad de que, las primeras cosas vivientes fueron las plantas, ya que éstas son los únicos seres que pueden extraer su alimento del aire y del agua. Todo ser viviente necesita imprescindiblemente una cosa para poder subsistir: una especie de gas, llamado oxígeno; y las plantas re nutren del oxígeno, aspirándolo del aire. A su vez los animales y nosotros mismos, nos sustentamos a cosía de las plantas, y sin plantas ninguno de nosotros podría existir. No hay persona ni animal alguno que pueda vivir del aire, como hacen las plantas.

Sepamos, ante todo, por qué llamamos vivas a algunas cosas, y sin vida a otras. Lo más acertado para aclararlo es observar las especies más sencillas de seres vivientes, las plantas, para aprender de ellas. Otra razón por que debemos hacerlo así, es que en la historia de la vida existieron primero las plantas y, de ese modo, empezamos por el principio.

Todos los sabios están de acuerdo en afirmar que hubo un tiempo en que no había vida alguna sobre la tierra, en que no existían animales, y ni siquiera plantas, ni en la tierra firme, ni en el mar. En efecto, mal podía haber vida, cuando faltaban los elementos necesarios para ella. Muchas son las cosas que podemos admirar en el fuego; pero nunca podrá haber vida en él, por el excesivo calor. Y la capa exterior de nuestro globo estuvo en un tiempo demasiado caliente, para que pudiese vivir nada sobre ella, puesto que quemaba como un ascua. El mar también estaba sumamente caliente, casi hirviendo, y en el agua hirviendo no hay vida posible.

Algún tiempo antes de llegar el mundo a ese estado, el agua que ahora forma el mar, los lagos y los ríos, estaba tan caliente, que flotaba en la atmósfera, en forma de vapor, y sólo cuando la tierra se fue enfriando algo pudo esa agua tomar el estado líquido, y cayó entonces en forma de copiosísima lluvia, la cual, evaporada de nuevo por el calor terrestre, tornaría a caer, y así sucesivamente, hasta que acabó por quedar en estado líquido permanente. Después, poco a poco se estableció el nivel de los mares, y hubo en nuestro planeta partes secas y partes cubiertas por los océanos.

Pues bien, en todo el mar, en todo el aire, y en toda la tierra firme, no había nada, absolutamente nada, que tuviese ni tan siquiera la actividad vital de la planta más humilde: en aquella época no había nada viviente. Por fin, cuando el agua del fondo del mar se hubo enfriado lo suficiente, nacieron los primeros seres vivientes, las especies de plantas más pequeñas y sencillas. No es del caso que nos empeñemos ahora en averiguar cómo eran aquellas primeras plantas, pues todas las especies de plantas son, en realidad, las mismas. Para nuestro objeto bastará que tomemos en consideración una planta cualquiera. La yerba nos puede servir; pero debemos imaginárnosla viviendo en el agua como las algas.

Ahora bien, la yerba, así como todas las demás cosas vivientes, plantas y animales, respira, se nutre, crece y muere.

Pero cuando encontramos algo que respira como respiramos nosotros y como respira toda hoja de yerba, toda flor, toda mosca y todo pez, podemos estar ciertos de que ese algo vive. Si respira, necesita alimento; al nutrirse, crece, mientras es joven, y, finalmente, ha de morir. Estas son, pues, siempre que las encontremos, las señales de vida. Y ahora pasemos a examinar atentamente la vida de las plantas.