Belleza y encanto que ofrece la vida submarina


A pesar de hallarme hondamente interesado en todos los pormenores de aquel buque extraordinario, y excitado sobremanera por las maravillas que esperaba ver cuando explorase el mundo que se agitaba bajo las olas, tenía yo el ánimo tan decaído como pueda tenerlo un preso, que casi haya perdido la esperanza de recobrar la libertad algún día. Pero cuando se arrollaron las planchas de metal que tapaban las ventanas del salón mientras navegábamos sumergidos, y pude ver a ambos lados un apiñado ejército de animales acuáticos, de múltiples colores, nadando en derredor nuestro, atraídos por la luz, me quedé extasiado al admirar tal maravilla.

Sucediéronse luego los días sin que se dejase ver el capitán Nemo, ni ninguno de los que componían la dotación del submarino. Pero el Nautilus continuaba su viaje que, según supe después, nos llevó al estrecho de Torres, a la costa papuana, a través del mar Rojo y de un estrecho subterráneo, situado debajo del istmo de Suez, a la isla de Santorín, al Archipiélago cretense, al Polo Sur, en cuyas estériles regiones izó el capitán Nemo su pabellón negro con una N blanca en medio, y por la gran corriente atlántica llamada Gulf Stream.

No puedo en modo alguno dar aquí detalles de las maravillas del fondo del mar ni de los hermosos y sorprendentes ejemplares de seres vivientes, ignorados hasta ahora, que pasaron ante mi vista fascinada en el memorable viaje, y que jamás vio antes ningún naturalista. Mas no hay que suponer que, por el hecho de estar prisioneros, nunca salimos del interior del Nautilus.