Tartarín "va hacia el sur" después de confundir un asno con un león
Cuando el infeliz intentó explicar cómo había confundido su asno con un león, la vieja creyó que se burlaba, y le apaleó con su sombrilla, y al llegar su esposo al lugar de la escena, el asunto quedó pronto arreglado accediendo Tartarín a pagar 200 francos por el daño que había causado, aunque el precio del burro era realmente de unos diez o doce francos. El dueño del asno era hostelero, y la vista de la bolsa de Tartarín le volvió tan amable, que invitó al cazador de leones a comer algo en su fonda antes de separarse, y mientras iban allá, quedó Tartarín maravillado de oirle decir que no había visto allí león alguno en el espacio de veinte años.
Evidentemente los leones habían de buscarse más lejos, hacia el sur. “Haré salidas hacia el sur también”, se dijo Tartarín a sí mismo; pero ante todo volvió a su hotel en un ómnibus. ¡Hay que figurarse a este distinguido cazador, vestido como un turco, con sus escopetas, revólveres y cuchillos, cargado con su tienda de campaña, volviendo a la ciudad sentado en la imperial de un ómnibus! Mas antes de partir para el sur en busca de la mayor aventura, holgazaneó por la ciudad de Argel durante algún tiempo, visitando los teatros y lugares de esparcimiento, en los cuales encontró al príncipe Gregorio de Montenegro, de quien se hizo amigo. En realidad, el bueno de Tartarín había sido herido de amor por una de las moras de Argel, de tapado rostro, a la cual había visto por primera vez en el ómnibus; y desde entonces rondaba por la ciudad con la esperanza de volverla a ver. El príncipe se encargó amablemente de ayudarle a satisfacer sus deseos.
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