Después de castigar a Claudio, muere el príncipe Hamlet


Naturalmente, Claudio no tenía más que un pensamiento: desembarazarse de Hamlet, a quien suponía enterado de su secreto. El príncipe fue enviado a Inglaterra con una carta sellada de Claudio, en la cual el rey pedía que Hamlet fuese muerto al desembarcar. Pero el barco que llevaba al príncipe fue atacado por unos piratas, quienes apresaron a toda la gente de a bordo, y devolvieron a Hamlet a Dinamarca. Cuando regresaba Hamlet con su fiel amigo Horacio a Elsinore, entraron en un cementerio, en donde estaban cavando una nueva sepultura, y se detuvieron junto a los sepultureros, muy ajenos de sospechar para quién se estaba abriendo aquella tumba. Apareció luego el cortejo fúnebre. Hamlet y su amigo se ocultaron; pero desde su escondite vieron que el cadáver que conducían era el de Ofelia. La infeliz se había ahogado riachuelo al que cayó, al desgajarse una rama del sauce al que trepaba.

Depositaron el cuerpo con mucho cuidado en la tumba; pero Laertes, hermano de Ofelia, enloquecido de dolor por su muerte, arrojóse sobre el cadáver, pidiendo que los sepultaran juntos. Entonces salió Hamlet y corrió al lado del vivo y la muerta. Siguióse una lucha salvaje, y Laertes acusó a Hamlet de la muerte de su hermana, ya que su conducta la había vuelto loca. Al fin, todos se alejaron, dejando a la desdichada Ofelia en su última morada.

Sin embargo, entre Hamlet y Laertes debía tener lugar un desafío, y toda la corte reunióse para presenciar el mortal combate. Claudio esperaba que aquel duelo lo libraría de Hamlet, y ordenó que preparasen una copa de vino emponzoñado para que lo bebiera el príncipe (que estaría sediento por el esfuerzo del combate), en el caso de que venciese a Laertes, para quien se había dispuesto una espada envenenada. En el combate, Alertes y Hamlet cambiaron involuntariamente de espadas, pero el príncipe había ya recibido una herida del acero envenenado, y Laertes, a su vez, fue herido por el príncipe con la misma espada.

Entretanto, la reina Gertrudis, al beber en honor de su hijo, por la destreza de éste en el manejo de las armas, tomó equivocadamente la copa del mortal licor, la apuró con ansias y murió envenenada.

La muerte de su madre descubrió a Hamlet la última villanía del perverso Claudio, el cual había seducido a la reina. Laertes, al morir, perdonó al príncipe, y comprendiendo al fin claramente todo, acusó al rey como causa de cuanto había sucedido; mientras que Hamlet, dirigiendo su acero contra Claudio, obligó al asesino a beber él mismo la copa mortal. Luego, súbitamente, el veneno de la herida de Hamlet produjo su efecto y el principal actor de esta extraña y triste tragedia rodó por tierra, y exhaló el último suspiro.