Fix, el detective, recibe la orden de arresto demasiado tarde


En Yokohama supo que el cónsul británico acababa de recibir la orden de arresto, que nunca había llegado a tiempo en ninguna escala que mister Fogg había hecho durante el viaje; pero, como mister Fogg estaba ya fuera del territorio inglés, la orden no servía para nada. Ahora todo el interés del detective estaba en apresurar la vuelta de mister Fogg a Gran Bretaña para poderlo detener en el mismo instante en que llegara; su interés ya no estaba en causarle retrasos. Aunque por diferentes conceptos, los dos tenían los mismos deseos de llegar a Gran Bretaña. Cuando Picaporte se encontró en cubierta con Fix, el francés le dio una buena paliza, que el detective recibió resignado porque sabía que la merecía, y entonces le expuso los motivos que tenía para no estorbar más el viaje de mister Fogg.

El 3 de diciembre el vapor atravesaba la “Puerta de Oro” y entraba en San Francisco. Aquel mismo día, paseándose mister Fogg por la ciudad, se encontró “por verdadera casualidad” con el detective, que durante todo el viaje había procurado rehuir este encuentro. Los “negocios” lo llamaban otra vez a Europa, así es que manifestó cuánto placer tendría en poder seguir el viaje en compañía de mister Fogg. Mientras tanto, Picaporte había ido a comprar unos revólveres, porque en aquel tiempo el viaje a través de América no estaba exento de peligros, y aquella misma noche en el tren de las seis, mister Fogg y sus compañeros salían de San Francisco.

En tres días y tres noches habían recorrido unos 620 kilómetros. A los cuatro días y cuatro noches más, el tren debía dejarlos en Nueva York, pero el peligro que Picaporte había previsto se presentó, puesto que el tren fue atacado por una cuadrilla de indios siux, quienes, después de poner al maquinista fuera de combate, trataron de parar el convoy, lo que no pudieron hacer por su natural desconocimiento del mecanismo.