Comienza el original torneo organizado por el astuto y sabio Colocolo
El viejo Colocólo, astuto y sabio, al discurrir aquella original competencia, que habría de dilatarse durante varias jornadas, acariciaba la secreta esperanza de que Caupolicán, a quien por sus virtudes consideraba superior a todos, llegara a tiempo de intervenir en la prueba, en la cual, no le cabía duda, resultaría vencedor, pues era
“... varón en cuerpo y fuerzas extremado, de rara industria y ánimo dotado”.
Sin más demora diose principio al singular torneo.
El impaciente Paycabí adelantóse a todos y, levantando el formidable tronco, tan grueso
“que con dificultad se rodeaba”,
cargó con él seis horas consecutivas; le siguieron el decidido Cayocupil y el tenaz Gualemo, que no lograron pasar de cinco; por su parte, el jovial Ongol llegó también a seis; a su turno, el fornido Purén lo sostuvo durante medio día, y el esforzado Ongolmo por algún tiempo más; tras ellos, el animoso Lebopía tan sólo resistió cuatro bocas y media, mientras el ágil Lemolemo y el vigoroso Elicura alcanzaron a siete y nueve, respectivamente; a continuación, el membrudo Tucapel cedió sí, pero fue al cabo de catorce horas nada menos... Todavía aclamaban su nombre, cuando el imponente Lincoya echóse el macizo leño en los también macizos hombros y, después de llevarlo aquel día d-e sol a sol, la noche entera y toda la mañana siguiente, lo soltó por fin en la primera hora de la tarde-
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