El pedante Wagner crea en el laboratorio el "homúnculus"
-Os saludo -le dijo Mefistófeles. -Silencio -murmuró Wagner sin levantar los ojos de su trabajo-; va a realizarse una obra maravillosa. -¿Cuál? -preguntó el diablo. -Un hombre va a nacer. El cristal de la ampolla despidió un sonido vibrante. La turbia mezcla de su interior se aclaró, se encogió, componiendo una forma precisa: un hombrecillo bien proporcionado se agitaba gesticulando en el fondo de la ampolla. -Buenos días, padre -dijo a Wagner, Luego, volviéndose a Mefistófeles: -Albricias -le dijo-, primo mío. Ya que he venido al mundo, estoy a tu disposición. Luego Homúnculus guió a Fausto y a Mefistófeles a ver la clásica noche del Walpurgis, en Tesalia. Tratábase de cosa completamente nueva para el diablo, quien tan sólo conocía los románticos fantasmas y la endiablada lucha de la montaña Hartz; era ésta una nueva noche de fabulosas criaturas del mundo pagano; esfinges, sirenas, grifos, ninfas y centauros.
De allí lo transportó adormecido a su antiguo cuarto de estudio. En él estaba el pedante Wagner, inclinado sobre los hornillos del laboratorio, teniendo en la mano una ampolla, dentro de la cual resplandecía algo como una luz tranquila y pura.
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