Comienza la guerra entre Enriquillo y los conquistadores


Después de entrevistar a la misma virreina, que llora al ver las persecuciones, y de visitar a los santos padres Córdoba y Montesinos, vuelve Enriquillo y le dice a Mencia con honda desesperación:

-¡Nuestros protectores nada pueden, ellos mismos padecen injurias! ¡Si no fuera por ti!

-¿Qué dices? ¿Soy yo la causa de tus humillaciones acaso?

-¡Sin ti yo no sufriría más baldones, me iría a las montañas!

-¿Y por qué no lo haces y me llevas contigo? Prefiero vagar de monte en monte a vivir aquí ultrajados por el villano Valenzuela y los que se le parecen.

En una semana, Enriquillo y Tamayo hicieron más tarea que veinte en un mes, y un anochecer comenzaron a subir por el escabroso desfiladero, huyendo a las montañas con los caciques y sus tribus. Comenzaron a fluir indios fugitivos: caciques, hombres aptos para guerrear, lanzas, espadas, puñales, hachas, ballestas, mosquetes, llegaban en número creciente al cuartel general de Enriquillo. Supieron una madrugada que los españoles los invadían por el desfiladero principal, encabezados por Valenzuela y Mojica. “¿Dónde está ese perro?”, gritaban por Enriquillo. Y se entabló el combate. Sacando un gran partido de un brusco recodo en pendiente que había en el desfiladero, cayeron los indios de Enriquillo y deshicieron a la tropa invasora. Mojica fue ahorcado por Tamayo y a Valenzuela le perdonó Enriquillo la vida. La noticia del descalabro sufrido en el Bahoruco por las tropas de San Juan: “¡Los indios han derrotado a los castellanos en el Bahoruco!”, corrió como un reguero de pólvora.

A Badillo se le figuró que le llegaba la oportunidad de cubrirse de gloria. Sólo pensaba en el castigo que aplicaría a los rebeldes, mientras Enriquillo, como sí no hubiera hecho otra cosa en su vida que ejercitarse en la guerra, organizaba los refuerzos con acierto y previsión admirables. Creó cuerpos de espías. Con los más ágiles y fuertes de sus voluntarios formó una tropa seleccionada, que trepaban a los picos y bajaban como serpientes por los bejucos; les enseñaba el manejo de la espada, la honda, la ballesta, los arcabuces. Hizo fabricar petos y corazas con cuerdas bien torcidas de pita y cabuyé, impenetrables al golpe de las espadas. Montó tres fuertes guardias en cada entrada a las sierras. Sus tropas se comunicaban con grandes caracolas que sonaban como fuertes bocinas, con toques previamente concertados. Cuando la milicia de San Juan, con Badillo al frente, pasó la hondonada, se descargó una lluvia de enormes piedras que maltrataron a los soldados y obstruyeron la salida. Resonó la caracola de Tamayo; Badillo dio orden de forzar el paso, en el cual había sitio para dos hombres; no lo consiguió, perdió el tino y ordenó la contramarcha. Confusión y desorden. Tamayo y Romero, con sus indios, se descolgaron desde lo alto espada en mano, y la llegada del cacique Guarocuya determinó la completa derrota de los orgullosos invasores.