Andrés de Valenzuela y Pedro de Mojica traman la perdición de Enriquillo


Pasan los años y Enriquillo va haciéndose hombre y conquistando, con su bondad y nobleza, los corazones de quienes lo tratan. Por aquellos tiempos, en la isla son muy comentados los sermones que en favor de los indios predica fray Antonio Montesinos, cuyos rudos apostrofes a los encomenderos conmueven los corazones. Fray Bartolomé de Las Casas, que piensa de igual manera, resuelve irse a España con Montesinos para conseguir de Su Majestad leyes de protección para los indios. Antes de partir, el buen fraile escribió a don Francisco de Valenzuela: “...mientras tanto, creo que ya urge llevar a cabo el matrimonio de nuestro Enriquillo. Si vierais a la prometida cuan linda está y cuan modesta y bien educada, os pasmaríais”. Enriquillo ya tiene 20 años. De estatura alta y bien proporcionado, denota modestia y dignidad. En su faz hay esa armonía que, aun más que la misma hermosura, agrada y predispone. Alta la frente, correcto el óvalo de su rostro, pacífica la expresión de sus ojos negros, bondad y franqueza de carácter, el joven cacique de tez ligeramente bronceada, lacios y cortos los sedosos cabellos, acusaba los más señalados atributos de la raza antillana. Su prometida, la joven Mencía, es ya una señorita. Van a celebrarse las bodas, amadrinados por la virreina, María de Toledo; en ausencia del gobernador, almirante Colón, Pasamonte y Mojica consiguen desbaratarla, valiéndose de los oficiales reales, quienes dictaminan que, siendo próximos parientes, carecen de las dispensas de la Santa Madre Iglesia.

Andrés de Valenzuela, hijo de don Francisco, aparentemente enamorado de Elvira de Pimentel, trama con Pedro de Mojica quitarle a Enriquillo el amor de Mencía, y con él despojarlo de sus bienes. Pero fray Bartolomé de Las Casas, que ya está de vuelta, consigue desbaratar sus siniestros planes y él mismo, usando de autorizaciones especiales que ha traído de España, los casa y dice respondiendo a reparos de enemigos y timoratos: “¡Pues venga el breviario que yo respondo de todo!”