Cervantes calumniado


La facilidad que hay para lastimar la reputación ajena, ha dado lugar a casos de venganza por medio de la calumnia. A propósito, recordaremos lo ocurrido a Cervantes, en Valladolid.

Una noche, al retirarse a su casa don Gaspar de Ezpeleta, caballero de San Jorge, muy conocido en su tiempo, tuvo que cruzar su espada con la de un valentón que le salió al encuentro en un puente próximo a la casa de Cervantes. Malherido en la refriega, don Gaspar fue a caer en aquellas inmediaciones, y, a sus lamentos, acudió uno de los vecinos, llamado Esteban de Garibay, quien llamó a Cervantes, para que le ayudara a socorrer al herido, que a poco murió en brazos de ambos. Intervino la justicia, e ignorado el matador, las primeras sospechas fueron a recaer sobre Cervantes, a cuya habitación había sido conducido Ezpeleta. Las declaraciones de Garibay y de los demás convecinos le fueron favorables, no así las de un tal Hernández de Toledo, señor de Cigales, ni las de un portugués llamado Simón Méndez. Éstos alegaron que Cervantes era enemigo de Ezpeleta, quien solía visitar a varias familias de la casa en que vivía el acusado; y que, por tanto, cabía muy bien que éste hubiera armado a la víctima una celada. Todo esto, envuelto en contradicciones, por la ojeriza que ambos individuos tenían a Cervantes, fue causa de que aquellas malas lenguas hicieran sospechosa su honradez, tantas veces probada, y de que se le condenase a una reclusión rigurosa.

Tal vez la herida que abrió en su dignidad el triunfo de sus calumniadores, le moviera a estampar en el Quijote aquellas frases que suenan a una queja: “Donde quiera que está la virtud en eminente grado es perseguida; pocos o ninguno de los famosos varones que pasaron dejó de ser calumniado de la malicia”.