La historia del santo ermitaño y el dey Ricardo I de Inglaterra
Tanto interesó al conde Lucanor esta anécdota, que rogó a su preceptor que le contara otras para tener en los hechos famosos de lejanos países y remotos tiempos, modelos a que ajustar su conducta. Sin hacerse rogar, Patronio comenzó a narrarle las siguientes historietas.
"Había una vez un santo ermitaño, de costumbres puras y sencillas. Su único pensamiento era ser agradable a Dios y útil a sus semejantes; y, para recompensarle, un ángel bajaba del cielo y le explicaba todo lo que el piadoso varón deseaba saber. Con frecuencia preguntaba éste quién había de ser su compañero en el cielo, pero el ángel replicaba que no era bueno mostrar curiosidad respecto de lo que ocurría en las celestes mansiones y que debía contentarse con el compañero que le dieran. Pero tanto suplicó el ermitaño, que por fin le dijo el enviado de Dios que su compañero había de ser el rey Ricardo I de Inglaterra.
"No quedó satisfecho el buen ermitaño, porque había oído hablar del rey y sabía que era un hombre de carácter fiero y dado a la guerra, que había hecho perecer a muchos y empobrecido y desterrado a otros. Dura cosa le parecía que a él, humilde y pacífico siervo de Dios, se le destinara tal compañero en el cielo, y así se lo dijo al ángel; y al desaparecer el celeste mensajero, el pobre ermitaño empezó a descuidar sus oraciones, entregándose caviloso a sus negros pensamientos. De ningún modo deseaba tener como compañero en el cielo al rey Ricardo I.
"A1 verle así el Señor le envió de nuevo su ángel con la misión de decirle que no se entristeciera, porque el rey Ricardo gozaba de gran favor en la corte celestial y se había hecho tan agradable a los ojos de Dios con un solo salto que había dado una vez, montado a caballo, como el ermitaño con su larga y santa vida. Muy sorprendido quedó el piadoso varón con tales revelaciones, y preguntó qué clase de salto era el que hasta tal punto había granjeado a Ricardo el favor de Dios.
"E1 ángel le explicó que el rey de Francia, el de Navarra y el de Inglaterra habían cruzado los mares para combatir contra los infieles y libertar los Santos Lugares. Pero muy cerca ya de la costa, habían visto las huestes cristianas tan crecido número de musulmanes, que no sabían de qué modo desembarcar.
"E1 rey de Francia mandó decir al de Inglaterra que pasara a bordo de su buque con el fin de decidir lo más conveniente. Pero el soberano inglés contestó al mensajero que no había necesidad de ello, puesto que él sabía perfectamente lo que convenía hacer en aquel caso. Hasta entonces su vida había sido un tejido de maldades y causado sus acciones muchas lágrimas en su patria, pero antes de emprender su viaje se había arrepentido sinceramente de su perversa conducta y tomado la resolución de mudar de vida. En aquel momento volvió al cielo sus ojos, pidiendo al Señor que le indicara un medio para dispersar a sus enemigos y libertar los Santos Lugares. Montó luego a caballo, hizo la señal de la cruz y encomendó a Dios su cuerpo y su alma, pidiéndole perdón y misericordia; y clavando espuelas a su corcel, le obligó a dar tal salto, que cayó con la rapidez del rayo entre los asombrados moros, los cuales desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Al ver sus soldados tan portentoso hecho, se lanzaron al mar en seguimiento de su rey, y persiguiendo a los fugitivos infieles les presentaron batalla.
"Los hombres de armas de Francia y de Navarra fueron testigos de esta hazaña de los ingleses y, no queriendo ser menos que sus compañeros, se arrojaron también al mar y atacaron al enemigo, el cual huyó hacia el interior del país, perseguido por los ejércitos cristianos. Gran número de infieles perdieron la vida y muchísimos más fueron hechos prisioneros y obligados a recibir el bautismo para mayor gloria de Dios; y este memorable suceso se debió al salto del rey Ricardo I de Inglaterra.
"A1 oír esto el ermitaño, alabó al Señor y le dio gracias de que se le considerase digno de tener por compañero en el cielo a un hombre que había prestado tan señalados servicios a la fe cristiana."
Pagina anterior: El cuento español del siglo XIII
Pagina siguiente: Historia del desgraciado Antonio y sus grandes desventuras