Presentación del héroe de esta novela


David nació, después de la muerte de su padre, en una antigua casa de extraño aspecto, llamada la “Vivienda de las Cornejas”, en Blunderstone, pequeña aldea del condado de Suffolk, en Gran Bretaña. Vivos había muy pocos parientes de su padre o madre, y de hecho ésta, muerto su esposo, no parecía tener otro objeto en su vida que el cuidar de su hijito David. Era el tipo de la mujer delicada y sumisa, y no de las mujeres despejadas y animosas que, aun atribuladas por el dolor de una pérdida irreparable, conservan todavía valerosa resolución para luchar denodadamente contra la desgracia.

Tampoco recibió ayuda alguna en el tiempo de su tribulación, a no ser la de su doncella, de coloradas mejillas y corazón tierno, Clara Peggotty, que amaba a la bondadosa mujer y a su niño. La tía de David, señorita Betsy Trotwood, hermana de su difunto padre, podía haber aliviado mucho la situación de su madre; pero era de carácter raro, y, al visitar a su cuñada el propio día en que nació David, se sintió tan contrariada al ver que el recién nacido era niño, y no niña -esperaba que se hubiera llamado Betsy Trotwood, como ella-, que se fue y no volvió a ver nunca más a la madre de David. Parecía una mujer extraña y de corazón duro, pero ya tendremos ocasión de ver más adelante si. esto es exacto.

Los primeros años de la infancia de David se pasaron bastante agradablemente. En parte por la ternura de Peggotty, y en parte también por la bondad de la madre, que siempre pensaba en la felicidad del niño, se crió éste quizá con demasiado mimo. Pero todo cambió de súbito, pues un hombre muy altanero y despótico, llamado Eduardo Murdstone, había trabado conocimiento con la joven viuda, resuelto a hacerla su esposa, y, asimismo, adueñarse de la pequeña propiedad que aquélla poseía. Era negociante en vinos, pero no acaudalado, y no podía imponerse un padrastro más desabrido al pequeño David, que era entonces un muchacho de cuatro o cinco años, listo y observador. David odiaba al hombre alto de bigotes negros, y tenía motivo para ello, porque, cuando Murdstone pasó a ser su padrastro, destruyó lamentablemente toda su felicidad.

No mucho tiempo después, también la madre de David empezó a sufrir, pues la gobernaban despóticamente Murdstone y la altiva hermana de éste, la cual pasó a vivir con ellos y muy luego tomó a su cargo todos los asuntos de la casa y familia. Si no hubiera sido por la lealtad que Peggotty demostró a David y a su madre, la vida de ambos habría perdido todo aliciente. En semejante estado de cosas, sucedió que un día el pequeño David no pudo soportar más los malos tratos de su padrastro, y le mordió la mano mientras lo castigaba por una falta de respeto imaginaria.

A consecuencia de esta acción, David, que contaba a la sazón unos nueve años, fue enviado en la diligencia, con un pequeño cofre de ropa, a Londres, donde el señor Murdstone había dispuesto entrase su hijastro, como pupilo, en el pensionado de Salem, en Blackheath, bajo la dirección del famoso señor Creakle, pedagogo de duras entrañas, cuya única idea de la educación consistía en azotar diariamente a los niños. Uno de los maestros, el apocado pero bondadoso señor Mell, salió a recibir a David en Whitechapel y lo condujo al. pensionado, y ahora oiremos las propias palabras con que nuestro héroe cuenta el recibimiento que tuvo.