David se casa con Dora y empieza a adquirir fama como escritor
David continuaba profundamente enamorado de la joven Dora, y, como obtenía ahora buenos ingresos con sus escritos y empezaba a adquirir fama con ellos, probó, con la ayuda de Traddles, de proponer a las tías de Dora, con las que ésta había ido a vivir, su casamiento con la joven. al poco tiempo las tías dieron su consentimiento, y se casaron. Dora era todavía casi una muchacha, completamente incapaz de tener la casa en orden. En realidad, poseía todas las buenas cualidades de una esposa, menos la de saber llevar la casa; por lo cual el hogar de David andaba siempre revuelto, mientras la pobre Dora se pasaba el tiempo jugando con su perro Jip. Era la más amable de las mujeres, no obstante, y la única pena de David era notar que la salud de su esposa se desmejoraba, y palidecía el brillo de sus ojos cada día más al paso que transcurrían los meses. Su estado le inspiraba serios temores; pero la tía de él, que había tomado una quinta cerca de la suya, cuidaba a Dora con tanto cariño como si hubiera sido su. hija propia.
Entretanto, los asuntos del señor Wickfield iban mal, e Inés estaba en gran necesidad, cuando un día el digno señor Micawber vino a visitar, en un estado de ánimo muy afligido, a David y a la tía de éste. Al rogársele explicara lo que sucedía, lo hizo así, con su típico modo de hablar:
-¿Qué hay? ¿Qué es lo que no hay? Iniquidad es lo que hay; bajeza es lo que hay; engaño, fraude, conspiración es lo que hay; y el nombre de todo este montón de atrocidades es bien conocido: ¡Heep!
. Continuó acusando en párrafos interminables al inicuo Heep en la forma extravagante que le era peculiar; pero, para resumir en pocas palabras su larga duración, todo lo que quería decir era que había descubierto los engaños de Urías Heep, y se había propuesto hacer que la gente honrada entrase en posesión de lo que era suyo. Gracias a él, la perdida fortuna de; la señora Trotwood fue recobrada, el señor Wickfield halló de nuevo la felicidad, y el señor Traddles tuvo mucho que hacer, como joven abogado, para poner de nuevo en buen orden, el antiguo negocio.
;La señorita. Trotwood, por gratitud al servicio de Micawber, le adelantó el dinero necesario para que él y su familia pudieran pasar a establecerse en Australia, con la esperanza de poder hallar allí la fortuna que vanamente había él esperado cambiase en Gran Bretaña. Pero los Micawber no fueron solos, pues en el mismo buque se! embarcaron el señor Peggotty y la señora Gummidge, y con ellos Emilia, a quien su tío todavía quería, a pesar de haber huido ella de casa y de haber teñido él que buscarla por esos mundos de Dios. , David los vio a todos partir en el buque cuando la noche extendía su negro manto sobre las aguas y sobre él. Luego fue a Yarmouth con una carta para Ham; pero allí presenció la muerte del honrado joven que se ahogó, tratando de acercarse a un buque náufrago, en el cual el último cadáver que fue arrojado por las aguas fue el del falso amigo Steerforth. La tristeza dominaba cada día más en el corazón de David, pues la pobre Dora consumíase poco a poco, hasta que un día murió tranquilamente en los brazos de Inés Wickfield.
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