El poeta, el gnomo y el asno
Las hadas poseen un poder mágico mayor que el de las brujas, pero el de los grandes poetas es superior aun al de las hadas. En efecto, los poetas poseen la facultad de hacer surgir naciones poderosas al mágico conjuro de sus cantos, y de poblar de fantásticos espíritus regiones deshabitadas.
Tomás el Trovador contábase en el número de estos ilustres poetas. Con sus cantos melodiosos le era fácil hacer salir las almas de los cuerpos y transportarlas a regiones ideales. Un día, la hija menor de la reina de Escocia contrajo una traidora dolencia, que no pudieron curar las sanguijuelas, y la reina mandó a buscar a Tomás el Trovador para que obtuviese un poco de ungüento mágico del gnomo que habitaba en el corazón de la roca de Ailsa. Tomás trasladóse hasta el pie de dicha roca y entonó delante de ella las más sentidas endechas. A fuerza de cantar, hizo salir la cabeza del trasgo de la roca; logró después que asomase los hombros, pero en el momento preciso en que iba a conseguir que sacase la mano con el codiciado ungüento, lanzó un asno, a su espalda, tan espantoso rebuzno, que hubo de interrumpir su melodiosa canción, y, asustado el gnomo al oírlo, hundióse de nuevo en la roca, llevándose consigo la maravillosa untura.
Ésta es la eterna historia. Siempre que comienza a cantar un poeta, le interrumpe el rebuzno de algún asno. V ésta es la causa por que ningún poeta contemporáneo puede realizar hazañas tan prodigiosas como la que1 Tomás el Trovador llevo a cabo ante la roca de Ailsa.
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