EL ÁNGEL DE LOS HOYUELOS


Un ángel que había sido enviado al mundo con un mensaje celeste, en el momento de desplegar sus hermosas alas para regresar al paraíso, divisó en un punto de la tierra a un niño que tranquilamente dormía sobre la verde hierba, a la sombra de unos arbustos.

-¡Qué hermoso niño! -exclamó el ángel-. Parece robado del cielo.

Y para cerciorarse de que la tierna y gentil criatura pertenecía a este mundo, y su delicado cuerpecito estaba formado de la misma humilde materia que los cuerpos de los humanos, voló hacia él. Con dos dedos de sus celestiales manos, sonrosadas como nítido celaje, tocó las mejillas del niño junto a sus diminutos labios. Después, y ya convencido, se dijo:

-Efectivamente, este niño es hijo de la tierra. -Y alejándose de él, se volvió al cielo.

Quedaron las huellas de los dedos del ángel impresas en las mejillas del niño. Por eso, hijos míos, alegran vuestra sonrisa dos graciosos hoyuelos -los hoyuelos del ángel-, y sólo por recrearme con su vista os hacía sonreír cuando erais pequeñitos.


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