EL SOL Y SU FAMILIA
Hemos visto que la Tierra da vueltas en torno del Sol, año tras año, al mismo tiempo que gira sobre su eje. Hemos visto cómo este último movimiento da origen a la sucesión del día y de la noche. ¿Son eternos estos movimientos? ¿Siempre ha existido la Tierra? ¿Cuándo se ha originado y cuál será su destino? Expondremos a continuación los conocimientos necesarios para comprender estas cosas. Aprenderemos a distinguir las variadas clases de cuerpos celestes, que en apariencia son muy semejantes entre sí. Nos enteraremos de que hay planetas que se parecen bastante a la Tierra en que vivimos y de que las estrellas se parecen al Sol. Descubriremos la fuerza poderosa que mantiene en equilibrio a todos los astros en el espacio. Y llegaremos a descubrir, en parte, el gran misterio del origen del Sol y su familia de astros que giran a su alrededor sin detenerse.
Vamos a investigar la historia de la Tierra desde su origen. Como sabemos que no se halla en el centro del Universo, sino que gira alrededor del Sol, es preciso que nos esforcemos por inquirir cuanto nos sea posible acerca de la naturaleza del Sol, y que averigüemos por qué obliga a la Tierra a girar alrededor de él. No podríamos existir sin el Sol, como tampoco jamás podríamos vivir en su seno. ¿De dónde provienen, pues, el Sol y la Tierra, y cuál debió ser su aspecto al principio de las cosas?
Ya hemos visto que la Tierra gira sobre sí misma y que, al propio tiempo, gira en torno del Sol: éste es, pues, por decirlo así, nuestro vecino. Investiguemos ahora si tenemos, además, algunos otros vecinos: desde luego encontraremos que, en efecto, los tenemos. He aquí, por ejemplo, la Luna, mundo tan curioso, y cuya historia es uno de los capítulos más importantes de la historia de la Tierra. Mas encontramos también en el cielo cierto número de astros brillantes parecidos a estrellas, pero que, por diversas razones, difieren, según sabemos, de las estrellas que vemos brillar más arriba. Estos astros refulgentes no son estrellas, porque se los ve cambiar de lugar en el cielo, mientras que las verdaderas estrellas parecen fijas en él, de tal manera, que durante siglos se las ha llamado estrellas fijas.
Los antiguos, como veían a las primeras moverse sin detenerse, llamaron a éstas estrellas errantes, y nosotros, cuando hablamos de ellas, las denominamos planetas, de la palabra griega planao, que quiere decir precisamente errar, vagar.
Ahora bien, cuando empleamos la palabra errar pensamos en una especie de cambio de lugar enteramente irregular y, por decirlo así, sin objeto. Esto no es exacto respecto a los planetas, aunque los llamemos errantes. Sabemos en la actualidad que todos estos planetas giran alrededor del Sol, exactamente como lo hace la Tierra, y de una manera completamente regular. He aquí por qué podemos hablar del Sol y su familia. Debemos, por tanto, representarnos el Sol bajo la forma de una lámpara enorme, de un inmenso foco de calor alrededor del cual gira incansablemente toda una familia extraordinaria de planetas.
Uno de estos astros es la Tierra. Ésta no es ni el más grande ni el más pequeño de los planetas; ni el más lejano del Sol y ni el más próximo a él. Todos los planetas giran alrededor del Sol en la misma dirección; cada uno sobre su camino particular, sobre su órbita, como dicen los astrónomos Cuanto más alejados están del Sol, más tardan en completar una vuelta. Mercurio es el más cercano al astro solar y emplea sólo 88 días; Plutón que es el más alelado, tarda casi 250 años en rodear al Sol.
Todo esto, por otra parte, no tiene gran importancia para nosotros por el momento. El asunto principal es que la Tierra es en realidad uno de los planetas que giran alrededor del Sol; éste es nuestro Sol y, al propio tiempo, el Sol de los demás planetas. Ahora bien, de la palabra latina Sol -a la que es idéntica la voz española-, este vasto sistema compuesto por el Sol y por todos sus planetas ha sido llamado sistema solar.
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