Los niños pobres, desarrapados, descalzos, han hallado una buena madrecita
Aquel amor arrebatado será el primero y el único en su vida de mujer. De ese dolor nacen los Sonetos de la muerte, que merecen el primer premio en un certamen literario de su patria.
Para tratar de ahogar el llanto y aquella impotencia aciaga que la torna irreal y fantástica como una sonámbula, Gabriela Mistral sueña, escribe y enseña. El amor reservado para aquel hombre, la ternura que guardaba para el hijo soñado, los entrega a los niños de las otras madres, a todos sus niños; cuanto más pobres, más desarrapados y descalzos, más los ha de querer.
Recorre todo su largo Chile, desde la llamarada de Iquique y Antofagasta a la nieve austral de Punta Arenas. La ven llegar con su sonrisa triste muchas escuelitas rurales, rodeada de sus niños, y luego serán las niñas y las adolescentes, pues desde 1911 a 1921 ha de ejercer sus cargos de profesora de historia e inspectora en el Liceo de Antofagasta, enseñará castellano en los liceos de los Andes, de Magallanes, de Temuco y de Santiago.
El año 1922 es un año dichoso. Le encarga su gobierno que estudie la organización de las bibliotecas de México, al tiempo que el maestro Vasconcelos, a cargo del ministerio de Educación del país de Amado Nervo, la llama para que colabore en la reforma del plan de enseñanza. Y en ese mismo año los maestros de Nueva York sufragan a sus expensas la impresión de los poemas y escritos dispersos en revistas y diarios de América, formando el libro que ella tituló Desolación. El Instituto Hispánico de la Universidad de Columbia dirigió la impresión de ese libro que daría a su autora fama universal.
Es ése el momento en que el modernismo en la literatura de América, cuyo portaestandarte fuera Rubén Darío, entra en decadencia. Llegan poetas y escritores de transición. Las mujeres que escriben abandonan lo florido y decorativo para dar una entonación más humana y una visión del mundo más profunda. Gabriela Mistral se ha convertido en abanderada de la renovación, y le siguen Alfonsina Storni, en Argentina, y Juana de Ibarbourou, en Uruguay.
Publica otro libro: Lectura para mujeres. Va a Locarno en 1928 al Congreso de Educación, como delegada de la Asociación de Profesores. En 1931 explica Historia y Civilización de España en los colegios Midlesbury y Beruard, instituciones de Estados Unidos de América.
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