Los dos cangrejos


Decía un cangrejo a su hijo que observaba que andaba con las piernas torcidas, defecto del que deseaba se corrigiese.

-Madre mía, respondió el hijo, yo no hago sino lo que veo que hacéis vos. Si andáis de la misma manera, ¿cómo queréis que yo me corrija? Vos debíais haberos corregido primero.

Antes de reprender a otros, debemos procurar corregirnos nosotros mismos.


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