El labrador y el toro
Tenía un toro la mala costumbre de embestir a todos con sus cuernos, hasta a su propio amo, y éste determinó cortárselos; pero lejos de aplacarse el toro, sacó la costumbre de escarbar la tierra furiosamente con sus pezuñas, y no sólo llenaba a todos de polvo y arena, sino que todo lo estropeaba. Entonces su amo determinó entregarlo al carnicero, para que lo matase, ya que más daño le causaba con los pies que con los cuernos.
Semejantes a los toros bravios son muchos hombres de costumbres incorregibles. Al fin pagan con la vida todos sus delitos.
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