Elementos radiactivos, los descubrimientos de los esposos Curie
Vamos a formularnos ahora una pregunta realmente apasionante: para que un elemento se transforme en otro, ;,es siempre necesaria la intervención del hombre? No; es en verdad sorprendente, pero hay elementos que por sí mismos, en forma natural, se transforman en otros. De estos elementos se dice que son radiactivos.
Si colocamos ladrillos unos encima de otros, formando una pila, al llegar a cierta altura dicha pila comienza a ser poco estable, y resulta cada vez más fácil desmoronarla. Cuando agregamos neutrones a los núcleos atómicos, a fin de obtener isótopos de un elemento, también al llegar a cierta cantidad el núcleo se vuelve inestable, y se convierte en un elemento radiactivo. Es evidente entonces que aquellos elementos que son naturalmente radiactivos lo son por poseer en exceso, con relación a los protones, un número x de neutrones. En efecto, estos elementos radiactivos, tales como el polonio (84), el radón (86), el radio (88), el actinio (89), el torio (90), el protoactinio (91) y el uranio (92), ocupan la última parte de la tabla.
Vamos a detenernos, pues, en los núcleos radiactivos, para conocer los fenómenos de la radiactividad.
Cuando nos disponemos a sacar una buena fotografía, la primera precaución que tomamos es que haya suficiente luz, y para ello ubicamos el objeto a fotografiar de manera que esté muy bien iluminado. Sabemos por experiencia que si no reparamos en esto, nuestra fotografía saldrá mal. Y también que no se debe abrir la cámara fotográfica, porque de lo contrario la película se velaría por completo. Todo esto ocurre así porque la luz causa las modificaciones químicas que realizan la impresión. Pero, ¿qué pensaríamos si en plena oscuridad obtuviésemos una fotografía? Ante una sorpresa análoga se encontró el físico Becquerel en 1896, y el problema era muy difícil de resolver en aquella época. Becquerel no colocó descuidadamente las sales de uranio; en realidad, él estudiaba el efecto de los rayos x emitidos por las sales al ser expuestas al sol. Había colocado sobre una placa fotográfica, que estaba muy bien envuelta, una lámina metálica que tenía dibujos calados, y sobre ella puso sales de uranio. Tampoco colocó accidentalmente la placa fotográfica, pues estaba estudiando los rayos x. Cuando reveló la placa encontró la fotografía de dichos dibujos. Era evidente que aquel mineral de uranio, en apariencia inofensivo, emitía rayos invisibles. Fue este acontecimiento, entonces inexplicable, el que condujo, después de dos años de intenso trabajo, al descubrimiento del radio y de los fenómenos radiactivos. Y la gloria del hallazgo correspondió a Pedro y María Curie.
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