El médico de una reina y sus experimentos sobre magnetismo


A fines del siglo xv, Guillermo Gilbert, de Colchester, era médico de la reina Isabel de Inglaterra. Este hombre, en el tiempo libre que le dejaba su profesión, realizaba importantes investigaciones en el terreno de la Física. La reina, admirada de sus trabajos, le dio una pensión permanente para que, sin tener que trabajar para vivir, se dedicase a la investigación científica.

El doctor Gilbert se preocupó fundamentalmente del magnetismo y de la electricidad, que eran los fenómenos más misteriosos y atractivos de aquel tiempo. En su obra escrita en latín, De magnete -Acerca del magnetismo-, reunió todo lo que se sabía en aquel tiempo de las fuerzas magnéticas, con el agregado de sus investigaciones personales.

Gilbert llegó a la conclusión de que la Tierra era una formidable esfera imanada, con dos polos magnéticos que estaban situados en la dirección de los polos geográficos.

Para probar su teoría, Gilbert hizo imanar una gran esfera metálica, y suspendió una aguja en diversas partes. La aguja se inclinaba más a medida que se acercaba a los polos de la esfera metálica.

En el ecuador la aguja queda horizontal porque sus polos son atraídos con igual fuerza por los dos polos, norte y sur, de la esfera, puesto que se encuentran, por cierto, a igual distancia de ellos.

El doctor Gilbert estaba admirado de los fenómenos magnéticos, y le parecía maravilloso que un imán tuviese la propiedad de atraer una aguja a gran distancia.

La reina lo escuchaba con mucho respeto y en la corte tenía prestigio de mago. Gilbert explicaba a la reina que los imanes tienen en su interior una sustancia invisible que sale de ellos, envuelve los objetos cercanos y los atrae. También la Tierra tenía ese fluido magnético en su interior. Explicaba la gravedad de la misma manera, y suponía que todos los astros tenían fluidos semejantes que, actuando entre sí, regulaban el orden total del Universo.