La célula fotoeléctrica es órgano vital de la televisión
Si quisiéramos señalar, como en una biografía, el nacimiento de la televisión, tendríamos que citar como origen el descubrimiento del efecto fotoeléctrico. Ciertamente este fenómeno constituye la base fundamental, porque es el vínculo que une o relaciona a los fenómenos de la luz con los de la corriente eléctrica.
Supongamos que nos hallamos frente a un lago sereno. Si de pronto cae sobre él una fuerte lluvia, podremos ver que en cada choque de las gotas de lluvia con la superficie del lago se producen salpicaduras de gotitas de agua. Y estas salpicaduras serán mayores cuanto más intensa sea la lluvia. Algo análogo sucede con la luz, que puede ser considerada como una lluvia de pequeñísimas partículas, denominadas fotones; cuando incide sobre la superficie de determinadas clases de metales, origina el desprendimiento de electrones por efecto del choque de los fotones contra los átomos del metal. Este fenómeno es conocido con el nombre de efecto jote-eléctrico. Y resulta interesante el hecho de que cuanto más intensa sea la luz incidente mayor será el desprendimiento de electrones. Puede comprobarse una exacta proporcionalidad entre ambas magnitudes. Los metales que poseen esta propiedad son utilizados para construir las llamadas células fotoeléctricas. Veamos ahora por qué han resultado ser la clave de la televisión.
Cuando hablamos frente a un micrófono, nuestra voz da origen a una corriente eléctrica que puede ser amplificada y luego transmitida por un altavoz. Las variaciones sonoras de nuestra voz se han transformado en variaciones proporcionales de corriente eléctrica. Del mismo modo, para que la televisión llegara a realizarse fue imprescindible transformar las variaciones de intensidad luminosa en variaciones proporcionales de corriente eléctrica. ¿Y no es esto lo que nos brinda la célula fotoeléctrica? Sí, efectivamente, y de ahí la importancia que tuvo su descubrimiento para el desarrollo de la televisión.
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