Irene y Federico Joliot-Curie producen núcleos radiactivos artificiales
Cuando los alquimistas pretendieron, en la Edad Media, transformar los metales en oro, no perseguían ampliar su conocimiento de la Naturaleza, sino que eran impulsados polla mera ambición de riqueza. Fracasaron porque ignoraban cómo estaban hechas las cosas. La Ciencia, en cambio, ha logrado triunfar obteniendo la transmutación de los elementos; pero, ¿significa ello que alguien podría enriquecerse transformando los metales en oro? No. en absoluto; el valor de las investigaciones reside en el conocimiento adquirido, pues la transmutación se puede realizar sólo a costa de grandes gastos. Sin embargo, si bien no interesa tanto conseguir elementos estables, queda una cuestión por resolver. Los elementos radiactivos eran muy costosos y a la vez muy útiles. ¿No sería entonces posible obtener elementos radiactivos artificiales? Hacia esa meta se dirigieron los físicos, una vez que ya se conocía la transmutación. Y el primer resultado fue alcanzado en 1933: Irene y Federico Joliot-Curie produjeron núcleos radiactivos artificiales. El acontecimiento fue histórico, porque señaló otro paso en el progreso del conocimiento. En efecto, la transmutación de los elementos era ya una realidad; mediante ella había sido posible transformar un elemento en otro, pero los núcleos obtenidos no diferían de los ya existentes; en cambio ahora estábamos en presencia de núcleos nuevos de nitrógeno y aluminio radiactivos, que no existían en la Naturaleza.
En esos mismos años se ponía en funcionamiento un poderoso acelerador de partículas, que habría de estar luego muy ligado con la radiactividad artificial: el ciclotrón. Esta máquina fue proyectada y construida por el sabio estadounidense Ernesto Lawrence.
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