Las artes plásticas en el país del sol naciente


La civilización nipona comienza en el siglo vi con la introducción del budismo, aunque previamente había recibido influencias del pueblo chino; en arte, sobre todo, se puede afirmar que siguió la línea artística de China en sus elementos esenciales.

Dentro de la escultura japonesa, las obras más notables son las distintas representaciones de Buda, aunque hubo también artistas que cultivaron otros motivos, como Zingoro, en el siglo xvii, que fue un escultor realista de animales asombrosamente reproducidos. Entre otras expresiones de la escultura nipona figuran las famosas máscaras y mascarones, rituales o teatrales.

En cuanto a la pintura, es una de las manifestaciones artísticas más importantes de Japón; se distingue por la suavidad y sorprendente exactitud de sus diseños, que la colocan en un plano de preferencia; su influencia se dejó sentir hasta en Occidente. Los japoneses cultivaron también, siempre dentro del arte pictórico, un tipo de pintura muy especial llamada kakemonos, que se realiza en tiras de papel o de seda arrollados en un cilindro de bambú, generalmente adornado en las dos puntas con marfil, coral o asta.

Entre los pintores japoneses se destacan: Matahet, del siglo xvii, creador de la escuela realista; Genrokau-Korim y Goshin, del siglo xviii; Utamaro, uno de los grandes maestros de las estampas en color; Yosai, del siglo xix, llamado el poeta de la pintura por lo fino de sus creaciones; Hiroshigue, considerado entre los grandes paisajistas del mundo, y, sobre todo, Foujita, pintor de incomparable habilidad, fiel expresión del viejo arte nacional en un Japón ya europeizado.