Rafael continuó la tradición artística de sus predecesores


Cuando Rafael llegó a Roma, el Papa le encargó en primer término la dirección arquitectónica de San Pedro, cargo que a su muerte siguió desempeñando Miguel Ángel, pero en lo que Rafael consiguió sobresalir realmente fue en la pintura. Ha sido considerado como el pintor más destacado de su época, no sólo por la forma y el colorido, sino también por la técnica y la realización. Aprovechó como ninguno las distintas expresiones de la pintura, distinguiéndose tanto por sus magníficos frescos realizados para el Vaticano como por sus hermosos cuadros de temas religiosos o profanos y sus múltiples bosquejos y cartones para tapices. Sobresalió sobre todo en la realización de madonnas y retratos que llaman la atención por su realismo, tanto que ha sido considerado como el mejor retratista del Renacimiento.

Mientras trabajaba para el Papa, en Roma, dibujó algunos cartones que sirvieron de modelo a ciertos tejedores famosos para fabricar tapices destinados a paredes de una capilla de la Ciudad Eterna. Al terminarlos quedaron tan perfectos que parecían pintados, en lugar de tejidos. Con el correr del tiempo, un rey de Inglaterra compró los cartones, y tan bellos parecieron a todos, que levantaron una fábrica y contrataron obreros para que tejiesen los tapices diseñados por Rafael. Como ocupó luego el trono un rey que no supo apreciar tan maravillosa obra de arte, los cartones fueron tratados tal si fuesen trastos viejos y se perdieron, hasta que alguien los redescubrió e hizo notar el verdadero valor que tenían.

Mucho nos llevaría si quisiéramos analizar la abundante producción de Rafael; parecería ser que él presintió su prematura muerte, pues trabajó infatigablemente con tesonero entusiasmo robándole horas a su descanso. En los treinta y siete años de su corta vida demostró la grandeza de su genialidad en un gran número de cuadros originales, de realización inobjetable, brindándonos la colección de pinturas más famosas y sorprendentes que jamás hayan existido, y destacándose, como se acaba de decir, en las múltiples y hermosas reproducciones que hizo de la Virgen y el Niño Jesús. Una de ellas, la Madonna de Ansidei, fue comprada por el gobierno inglés para la Galería Nacional de Londres, en 350.000 pesos oro que fueron concedidos por ley del Parlamento. Cuando Rafael lo terminó sólo tenía veintitrés años.

Sus restos descansan en el Panteón; con el andar de los siglos se ha convertido en el divino Rafael.