Los grandes monumentos en piedra: dólmenes, crónleches y menhires
Los misterios de la Naturaleza y del más allá debieron de sorprender al hombre primitivo de manera extraordinaria. La muerte y la fuerza invisible que la determina le inspiraron no sólo respeto sino temor. Por eso el culto de los muertos siempre aparece asociado al de los dioses, fenómeno que se repite también en las artes. Por un lado, el hombre cavernario trató de representar simbólicamente la imagen del Dios por medio de ídolos llamados tótem, y por otro, de señalar, para recordarlos y venerarlos, los lugares de enterratorio o cementerios, con monumentos que en ocasiones ofician de tumbas y templos a la vez.
Este período, que señala el paso de la edad de la piedra a la edad de los metales, ha sido llamado megalítico, por los grandes monumentos pétreos que lo caracterizan.
El más típico de los monumentos megalíticos es el dolmen, consistente en dos piedras verticales y una horizontal. Como debajo de algunos de ellos se han encontrado restos humanos, se supone que sirvieron de tumbas. El nombre que dichos monumentos recibieron en Bretaña, "mesas de piedra, hace pensar que sobre ellas se realizaban sacrificios para tornar propicias las fuerzas divinas que debían recibir al muerto.
Una variante de los dólmenes fueron ciertas alineaciones dobles que sostienen lajas de piedra que hacían las veces de techo del espacio comprendido entre ambas hileras. El Dolmen del Soto, en España, es una de las muestras más características de ese tipo de construcciones megalíticas, que pueden ser consideradas precursoras de las galerías o naves de un templo.
Entre los monumentos megalíticos tenemos, además, los crónleches o piedras sagradas, bloques monumentales dispuestos en círculo, que rodean lo que tal vez fueron lugares sagrados, donde se reunía la tribu para celebrar sus ceremonias religiosas.
Finalmente debemos recordar los menhires o monolitos, bloques aislados de piedra rematados en punta roma, que tal vez sirvieron para señalar un lugar de culto. A veces se presentan en hileras que reciben el nombre de alineaciones, las cuales probablemente fueron usadas para demarcar límites y fronteras.
En tiempos históricos se tejieron en torno de los monumentos megalíticos leyendas fabulosas que les atribuyeron poderes sobrenaturales y hasta maléficos, como parecen indicar las cruces pintadas por los cristianos primitivos.
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