VOCES Y OÍDOS DEL MUNDO


Colocado ante un rudimentario aunque novedoso aparato, el 10 de marzo de 1876, un modesto profesor de la Universidad de Boston, Estados Unidos, pronunció, con voz nerviosa y honda emoción, estas sencillas palabras:

-Ven aquí, te necesito.

Y con profunda satisfacción escuchó del aparato la siguiente respuesta:

-¡Lo he oído, señor Bell, lo he oído!

Se diría que era la gloria que le contestaba por intermedio de aquel extraño artefacto utilizando la voz de su discípulo y ayudante. Thomas A. Watson. La gloria, sí, había escuchado al creador y, al contestarle, ponía un laurel en su frente.

Alexandre Graham Bell acababa de inventar el teléfono y entregaba a la humanidad, en esa fecha memorable, el maravilloso instrumento destinado, no solamente al progreso material del mundo, sino a permitir que algún día, acortadas las distancias que tornan extrañas las almas de los hombres, éstos depongan sus pasiones y alcancen una mayor comprensión que haga factible la concordia entre los seres humanos.

Acaso aquel modesto y genial profesor de fisiología vocal, que encontraba placer en la noble tarea de enseñar a hablar por signos a los sordomudos, estuvo lejos de sospechar que había ido más allá de los límites de su digna misión pedagógica y que había dotado de palabras y de oídos al mundo.


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