EL HOMBRE HONRA AL EMPLEO
Ha quedado como ejemplo proverbial la amistad que durante toda la vida unió en Tebas a dos ilustres caudillos griegos: Epaminondas y Pelópidas.
Epaminondas, uno de los más insignes caudillos de la Grecia antigua (418-362 a. de C), fue un talentoso renovador de la táctica militar. Estudió filosofía con un discípulo de Pitágoras, Lisis. y llegó a ser uno de los más eminentes oradores de la Helade. Después de la guerra del Peloponeso, fue expulsado de su patria con su amigo, y ambos se refugiaron en Atenas. Ansiosos de libertar a la patria del yugo espartano, él y otros desterrados tuvieron la osadía de disfrazarse para penetrar en Tebas sin ser reconocidos y dar muerte a los intrusos gobernantes de su querida y hermosa ciudad natal.
Juntos actuaron y dirigieron la batalla de Leuctra, que los coronó de laureles. Después Pelópidas pretendió someter al poderío de Tebas el territorio de Tesalia, pero fue hecho prisionero por Alejandro, tirano de Feres. No estaba perdido, felizmente, mientras su amigo permaneciera en libertad. Y Epaminondas se jugo la vida para libertarlo.
De éste se cuenta que sus enemigos, para mortificarlo, lo hicieron nombrar tetarco, empleo indigno de él, pues consistía en barrer las calles; pero el valiente general, lejos de dar a entender que consideraba degradantes aquellas funciones, las aceptó bien dispuesto y las desempeñó con evidente responsabilidad.
Por este motivo se dijo que Epaminondas, con su ejemplo y obediencia, había probado que no es el empleo el que honra al hombre, sino el hombre el que honra al empleo.
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