Florece la cultura española y se echan los cimientos de la futura grandeza puertorriqueña


Los cien años que van desde 1798 hasta 1898 -fecha en que Estados Unidos ocupó a Puerto Rico-, marcan un período de crecimiento económico, adelanto social y florecimiento cultural, al que no son ajenos el intendente don Alejandro Ramírez de Arellano, gran economista, y don Ramón Power. Con la creación de la Intendencia, en 1811, la industria y el comercio prosperaron enormemente y mejoró en forma sensible la situación económica de la colonia. En 1815 se expidió la real cédula de Gracia, que amplió la libertad de comercio, autorizó la libre importación de esclavos y permitió a los extranjeros la entrada y el afincamiento.

La introducción de la imprenta, con la publicación del primer periódico puertorriqueño, La Gaceta, y el regreso del extranjero de algunos estudiantes, contribuyeron a acelerar el desenvolvimiento social, que había permanecido estancado durante muchos años. Fue en esta época cuando se fundó el Ateneo, centro cultural de gran prestigio, y se abrieron planteles de enseñanza superior. Las bellas artes florecieron con Campeche, Oller y otros, en la pintura; con Espada y Brau, en la escultura; en la música, con Tavarez, Campos y Dueño; en las letras, con Eugenio María de Hostos, Alejandro Tapia, José Gualberto Padilla, Salvador Brau, José Julián Acosta, Ramón Emeterio Betances y otros escritores igualmente ilustres.

La abolición de la esclavitud vino a resolver, en 1873, uno de los problemas insulares más graves y complejos, con serias derivaciones sociales, económicas y raciales. En este movimiento reivindicatorio tomaron parte activa Betances, Ruiz Belvis, Quiñones y de Castro.

En el transcurso de la centuria de que nos estamos ocupando aumentó mucho la inmigración española y se incrementó fuertemente el cultivo de la caña de azúcar y su industrialización, de tal manera que a fines del siglo xix había en Puerto Rico 257 centrales azucareras.