El heroico Nemequene, gran guerrero, conquistador y legislador de los muiscas
Fueron los chibchas o muiscas los primitivos pobladores de las mesetas centrales de Colombia, en la sabana de Bogotá en donde hoy se levanta la capital de la República; formaban un imperio que por su desarrollo material y espiritual puede considerarse el tercero de la América precolombina, después de los aztecas y los incas; eran gobernados por reyes que se sucedían por línea femenina, es decir que heredaba el sobrino hijo de la hermana del cacique; vivían dedicados a la agricultura y fueron también muy hábiles orfebres y ceramistas; explotaban las ricas minas de sal de Zipaquirá y las de esmeraldas de Muzo, que cambiaban por oro, plantas y algodón con tribus vecinas.
Los muiscas fueron civilizados por un personaje legendario llamado Bochica, quien les enseñó a tejer y cultivar la tierra, y les dio principios morales y religiosos; en aquellos tiempos la sabana de Bogotá era una inmensa laguna; Bochica con su varita mágica abrió un inmenso corte en la montaña, por donde se precipitaron las aguas, y se formó así el salto del Tequendama.
Entre los gobernantes de los muiscas se recuerda especialmente al sabio y prudente Nemequene, quien instituyó las leyes y dictó un código que fue conservado en la memoria del pueblo y religiosamente respetado. En el código oral de Nemequene se señalaban los delitos y se imponían las penas, y, además, se dictaba una especie de mandamientos o preceptos morales que muestran un alto desarrollo espiritual. Entre estos preceptos, Nemequene ordenaba: “No seas perezoso”, “no mientas”, “no robes”; había leyes que ordenaban el respeto a la mujer y al matrimonio; el desertor era castigado con la muerte lo mismo que el homicida; al que se mostraba cobarde en la guerra se lo obligaba a llevar vestidos de mujer y a ocuparse de los oficios que son propios de ella, por el tiempo que dispusiera el 2tpa; a la gente común no le era permitido usar ciertos vestidos ni joyas, con el objeto de evitar el excesivo lujo.
Nemequene fue además de legislador un gran guerrero que supo defender su imperio contra las belicosas tribus caribes y amplió considerablemente sus dominios; murió heroicamente en la batalla del Arroyo de las Vueltas y le sucedió su sobrino Tisquesusa, quien gobernaba el reino a la llegada de los españoles.
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