Juan Manuel de Rosas, el hombre que dio su nombre a toda una época argentina
Difícilmente se haya escrito tanto sobre un personaje histórico como se ha escrito sobre Rosas. Su personalidad fue discutida por sus contemporáneos, así como por la posteridad, y en la mayor parte de los casos los juicios vertidos han sido tan apasionados como contradictorios.
Juan Manuel de Rosas nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793, y se educó en la misma ciudad, así como en las estancias de sus mayores y allegados. La tradición quiere que haya sido distinguido por Liniers en las jornadas heroicas que el pueblo de Buenos Aires vivió durante las invasiones inglesas. Apenas adolescente, intervino en la administración de las estancias, y se puso en contacto con la dura vida de la pampa y con los gauchos de rebelde personalidad, que aceptaban las órdenes del patroncito, a quien veían compartir las labores más rudas: parar rodeo, domar potros y luchar contra los malones indígenas, como uno más entre ellos.
Con semejante escuela no le resultó difícil conocer a los hombres y lograr el apoyo de amplios sectores de la campaña, cuando las circunstancias elevaron su nombre al estrado de la magistratura suprema. Rosas intervino por vez primera en la política cuando los efectivos militares de la campaña bonaerense, recluta-dos e instruidos en su estancia de San Miguel del Monte, sostuvieron la autoridad del gobernador Martín Rodríguez en octubre de 1820. Posteriormente tuvo actuación preponderante en la consecución de la paz con Santa Fe, acordada mediante el pacto dé Benegas; apoyó al general Lavalleja cuando éste preparaba la gesta de los Treinta y Tres orientales, y se le encomendó la defensa del sur de la provincia de Buenos Aires en la primera guerra argentino-brasileña.
Su exaltación al primer plano de la] escena política argentina sobrevino tras el golpe militar que derrocó al gobernador Manuel Dorrego, pues los amotinados, encabezados por el general Juan Lavalle, a duras penas lograron mantenerse en el poder poco; menos de un año. Restaurada la legislatura disuelta por el motín, ésta designó a Rosas gobernador. Concluido su primer período gubernamental, Rosas llevó a cabo la expedición contra los indios del desierto, llegando en su penetración hasta las márgenes del río Colorado y afirmando las fronteras de la civilización con una línea de fortines.
En 1835 resultó nuevamente elegido, esta vez con la suma del poder público concentrado por ley en sus manos. Rosas pidió la ratificación popular de urja designación que en esas condiciones lo erigía en dictador virtual, y ¡el plebiscito confirmó la decisión legislativa por amplia mayoría.
Durante su gobierno, que se extendió hasta febrero de 1852, la Confederación Argentina debió afrontar guerras con Francia, con Bolivia, con Uruguay, y con Francia y Gran Bretaña en intervención conjunta. Esto entorpeció el desenvolvimiento del país, ya bastante trastornado por una serie de levantamientos unitarios que fueron siempre reprimidos severamente por el dictador,
Juan Manuel de Rosas fue distinguido por el libertador general San Martín, quien le legó su sable de campana por la defensa que había hecho del la independencia argentina frente a los extranjeros que trataban de humillarla.
Una alianza internacional, agrupada en torno al general Justo José de Urquiza, el cual previamente había desligado a su provincia del pacto de unión federal y se había pronunciado contra Rosas, puso fin a casi dos décadas de actuación de este hombre singular. Rosas vivió aún un cuarto de siglo en el exilio, sin hacer nunca el menor intento de recuperar el poder, y murió en Southampton, Inglaterra, el 14 de marzo de 1877.
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