La lúgubre fama que una colonia penal dio a la Guayana Francesa


La Guayana Francesa, situada entre la holandesa y Brasil, cubre un área de 91.000 kilómetros cuadrados y la pueblan unos 30.000 habitantes.

Gran parte del territorio está cubierto por inmensas selvas, con algunos claros o sabanas donde crecen abundantes gramíneas, utilizadas para el pastoreo del ganado. Casi la totalidad de las sabanas se halla en las tierras bajas, cerca del litoral.

Los grandes bosques levantan bóvedas de verdura que apenas permiten el paso de los rayos del sol. Sin embargo, junto a las riberas de los ríos el paisaje parece menos severo y monótono. Allí se ven praderas, arbustos y árboles más pequeños cubiertos de flores y frutos sabrosos. Pero en realidad la selva es la mayor riqueza de la Guayana Francesa, pues en ella se encuentran las especies de árboles más explotables por la excelente calidad de su madera.

La parte cultivable del suelo es muy escasa; allí se dan la caña de azúcar, el cacao y otros productos igualmente tropicales.

El oro ha sido un verdadero imán para los colonos y se encuentra en las arenas de aluvión que arrastran algunos ríos, principalmente el Apornague. El laboreo de esas arenas auríferas es una de las principales industrias de la región.

La Guayana Francesa exporta, como productos de mayor calidad, bananas, colapez, ron, pieles y, especialmente, maderas.

La capital es Cayena, en la isla del mismo nombre, con una población de 15.000 almas. Es un puerto situado sobre el océano Atlántico, y desde allí se exportan los principales productos del país.

Triste fama ha tenido durante muchos años la Guayana Francesa, y ello se debe a que Francia mantuvo allí, desde el año 1885, una terrible colonia penal, de la cual, se decía, era virtualmente imposible escapar con vida. Una de las islas que la formaban se llama Isla del Diablo; de ahí que corriendo el tiempo se haya aplicado ese nombre a la misma colonia. En 1936 el gobierno francés anunció sus intenciones de abandonar el uso de esas islas como presidio; sin embargo, alegando que existía escasez de celdas en las prisiones de Francia, en 1938 el gobierno envió más de mil condenados a la colonia. La isla continuó siendo utilizada como lugar de destierro para los criminales más terribles de la nación, durante un tiempo más, hasta que el penal fue definitivamente liquidado en 1944.

En la actualidad la Guayana forma parte de los departamentos de ultramar de Francia, y como tal envía sus representantes, un senador y un diputado, a la Asamblea Nacional de París.