Telucones y pipiolos, las luchas por el poder. Don Diego Portales
Tantas revoluciones fatigaron a los chilenos, y muchos estaban ya arrepentidos de haberse hecho independientes. Las personas más ricas y de mejor situación deseaban que se organizara un gobierno como el de la época española, en que el presidente tuviera un poder parecido al de los reyes, a fin de que se evitaran las revoluciones, y los chilenos pudieran dedicarse en paz a sus negocios y a hacer progresar el país. Los que así pensaban tuvieron por nombre pelucones, porque los jefes de ese partido, muy ricos, tenían muchas peluconas, que así se llamaban entonces las onzas de oro.
A los partidarios de una república libre los llamaban pipiolos, palabra con que se designaba a las personas de modesta condición. Los pipiolos fueron más poderosos al principio, pero, después de siete años de desgracias y desórdenes, los pelucones lograron triunfar.
Éstos estaban dirigidos por un grande hombre, don Diego Portales, comerciante de Valparaíso, que había sufrido graves perjuicios en sus intereses con las revueltas continuas, y que se decidió a tomar parte en la política a fin de ayudar a la organización definitiva del país.
Portales se hizo, pues, revolucionario, para poner término a las revoluciones, y logró su objeto. Hizo caer del poder en Santiago al último presidente pipiolo, mientras el general don Joaquín Prieto sublevó en favor de los pelucones el ejército del Sur. La batalla de Lircay, en abril de 1830, consagró el triunfo de Portales y de su partidarios.
Éstos, después de su victoria, comenzaron por dictar una Constitución, esto es, un conjunto de reglas a las que debía sujetarse el gobierno del país.
Portales se dedicó a consolidar el nuevo sistema, castigando con severidad a los que pretendían continuar haciendo revoluciones, y así logró someter al pueblo levantisco y a los militares a la obediencia. El servicio que con ello hizo al país fue enorme, y sus conciudadanos han levantado en su recuerdo una estatua, frente al palacio de gobierno.
El primer presidente que gobernó de acuerdo con la Constitución de 1833 fue don Joaquín Prieto, el vencedor de Lircay, cuya administración de diez años duró desde 1831 a 1841. En su tiempo estalló la guerra con la confederación peruano-boliviana.
Perú y Bolivia, países situados al Norte de Chile, cayeron también en las revoluciones y en la anarquía, una vez que fueron independientes de España. Un general boliviano, don Andrés Santa Cruz, después de haber dominado a su propio país, logró que Perú lo reconociera también como presidente, con el título de Protector.
El gobierno de Chile vio en estos hechos un peligro para su independencia, temiendo que Santa Cruz, después de haber conquistado a Perú, quisiera someter también a Chile. Portales concibió entonces el proyecto de derrocar a Santa Cruz, y le declaró la guerra, contando con el auxilio de los muchos peruanos descontentos.
Pero cuando el grande hombre se preparaba para realizar su proyecto, y tenía lista ya la expedición que debía salir para el Perú, un crimen horrible puso fin a su existencia.
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