La asamblea general constituyente de 1813 realizó los primeros actos de soberanía


Una gran agitación política caracterizó la etapa subsiguiente a la constitución del primer gobierno rioplatense; las provincias del interior obtuvieron que sus diputados se incorporaran a la Junta de Mayo, que se transformó así en “la Junta Grande”, como la llamó el pueblo. El elevado número de sus integrantes dificultaba la celeridad de las decisiones, harto importante en momentos como los que se vivían; para obviar este entorpecimiento, decidióse concentrar la autoridad en un triunvirato. La desacertada política de éste provocó la oposición popular y llevó a la revolución a los comandantes militares de la guarnición de la Capital, encabezados por el coronel José de San Martín. Un nuevo triunvirato sustituyó al depuesto, y su primer acto fue convocar a las provincias para elección de diputados a un congreso general constituyente, respondiendo así a las aspiraciones de todos los sectores de la opinión pública, tanto de la capital como del interior del país.

Dicho congreso, conocido históricamente como Asamblea del Año xiii, se reunió el 31 de enero de 1813. En ella se dictaron las primeras providencias que revelan la voluntad de independencia del pueblo argentino: se creó el escudo nacional, se mandó acuñar moneda, se oficializó como Nacional la canción patriótica compuesta por Vicente López y Planes y Blas Parera, y cuando se creó el Directorio, a comienzos de 1814, se dispuso que la banda directorial, emblema de la autoridad ejecutiva, fuese celeste y blanca, conforme a los colores de la bandera enarbolada en las barrancas del Paraná, en Rosario, por el general Manuel Belgrano, en 1812.

Otros actos revelan también, como los precedentemente citados, que la idea de erigir a las Provincias Unidas del Río de la Plata en nación soberana e independiente iba haciéndose cada vez más concreta. Mientras tanto las armas afirmaban en el campo de batalla los cimientos de la patria naciente: Belgrano derrotó a los realistas en Tucumán y Salta, y aseguró las fronteras septentrionales del país, aunque con el sacrificio de las provincias altoperuanas; Guillermo Brown, almirante de la escuadra patriota, lograba acabar con el dominio fluvial poseído hasta entonces por los españoles en el Plata y en los ríos interiores, al deshacer sus fuerzas en las batallas de Martín García y El Buceo. Estas acciones navales aceleraron la caída de Montevideo, hasta entonces firme bastión de la reacción realista en América meridional.

Empero, graves peligros amenazaban aún la causa de la libertad americana: España no se resignaba a la pérdida de estas joyas de su corona, y preparaba una expedición de reconquista que los rumores suponían formidable. Nuevas medidas se imponían, aconsejadas por los más ilustres conductores de la revolución, encabezados por el general San Martín, a la sazón gobernador de Cuyo.