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Biografia de Carlos III
(Madrid, 1716-id., 1788) Duque de Parma y de Toscana, rey de Nápoles (1734-1759) y rey de España (1759-1788). Hijo de Felipe V e Isabel Farnesio, en 1734 renunció a los ducados de Parma y Toscana (1731-1734) para convertirse en rey de Nápoles, y en 1759, a la muerte de su hermanastro Fernando VI, en rey de España. En 1736 contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia. Durante su largo reinado se reveló como un soberano inteligente, perfecto modelo del monarca ilustrado, y emprendió una serie de reformas destinadas a modernizar las estructuras administrativas y productivas del Estado. Para este cometido contó con ministros como Esquilache, Aranda y Floridablanca, eficaces ejecutores de los planes reales. El radicalismo con que comenzó a aplicarse el plan de reformas chocó enseguida con los intereses del clero y la aristocracia, sectores que aprovecharon una serie de disposiciones de policía (recorte de las capas y del ala de los sombreros) para promover el llamado «motín de Esquilache», en 1766. A pesar de estas reacciones, el proceso reformista siguió adelante. Al año siguiente ordenó la expulsión de los jesuitas, quienes se oponían al control estatal de las cátedras de las universidades y de los colegios mayores, y poco después sometió el Santo Oficio al poder de la Corona. En materia agraria promovió el reparto de las tierras comunales, la división de los latifundios y la colonización del campo, en particular en Sierra Morena, y limitó los privilegios de la Mesta en beneficio de los agricultores, y los de los gremios para favorecer la industrialización. Decretó también la libertad del comercio de granos y el libre tráfico con los territorios de América, donde introdujo las intendencias en 1768, y reorganizó el mapa politicoadministrativo al crear en 1776 el virreinato del Río de la Plata y, al año siguiente, la capitanía de Venezuela. En el capítulo de la Hacienda pública, racionalizó el sistema fiscal y amplió su base de aplicación, lo cual provocó reacciones tanto en la Península Ibérica como en América, la más grave de las cuales fue la de los comuneros de Nueva Granada, en 1781; introdujo el papel moneda y fundó el Banco de San Carlos, la primera banca estatal. Reformó así mismo la administración de la justicia y, mediante las conocidas «ordenanzas» que promulgó, logró su propósito de convertir el ejército y la marina en verdaderas fuerzas armadas del Estado. La política exterior de Carlos III se orientó al mantenimiento de la paz en el Mediterráneo y del equilibrio de fuerzas entre las potencias del continente. Firmó con el Imperio Otomano (1782), y con las regencias berberiscas de Trípoli, Argelia y Túnez, tratados de paz que garantizaron la seguridad de las costas españolas y revitalizaron el comercio con el norte de África y Próximo Oriente. Por otra parte, suscribió un nuevo pacto de familia, en 1761, con los Borbones franceses, tendente a crear una alianza contra Gran Bretaña, que representaba una seria amenaza para la hegemonía española en América. En este contexto, se implicó en la guerra de los Siete Años que concluyó en 1763 con la firma del tratado de París, con resultado adverso para España y en la de emancipación de las colonias norteamericanas, y, tras un acuerdo de alianza con Portugal, en la nueva guerra contra Gran Bretaña, que se inició en 1779 y concluyó en 1783 con el tratado de Versalles. Este último conflicto fue favorable a la Corona española, que si bien no recuperó el peñón de Gibraltar, reconquistó Menorca y Florida. Carlos III, quien encarnó como ningún otro monarca el despotismo ilustrado en España, transformó las costumbres sociales y modernizó las estructuras del reino, situándolo en los umbrales de la Revolución Industrial. Sin embargo, en América, el esfuerzo reformista que implantó no fue suficiente para contener el proceso que desembocaría más adelante en las guerras de emancipación.
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