LOS PRIMEROS TETRAPODOS Y LOS ANFIBIOS MODERNOS La adaptación en
el medio terrestre es un aspecto fundamental de la vida des resto de los grupos
de vertebrados. Estos animales constituyen una unidad monofiletica denominada
tetrápodos. Los anfibios y los amniotas representan las dos grandes ramas actuales
de la filogenia de los tetrápodos.
En LA INVASIÓN DEL MEDIO TERRESTRE El avance
desde el agua hasta la tierra es quizás el acontecimiento más llamativo de la
evolución animal, ya que supone la invasión de un medio que, desde muchos puntos
de vista, es muy peligroso para la supervivencia. La vida se originó en las aguas,
los animales están compuestos principalmente de agua y todas las actividades celulares
se desarrollan en este medio. Sin embargo, los organismos en un determinado momento
invadieron la tierra, llevando con ellos su composición acuosa. Las plantas vasculares,
los caracoles pulmonados y los artrópodos traqueados hicieron la transición mucho
antes que los vertebrados, y los insectos con alas se estaban diversificando al
mismo tiempo que evolucionaban los primeros vertebrados terrestres. Aunque la
invasión del medio terrestre requirió la modificación de casi todos los sistemas
corporales de los vertebrados, tanto los terrestres como los acuáticos mantienen
muchas semejanzas básicas, estructurales y funcionales.
La transición entre los arquetipos corporales
de los vertebrados acuáticos y terrestres se aprecia actualmente de forma clara
en los muchos anfibios que llevan a cabo esta transición a lo largo de sus ciclos
vitales. Aparte de la diferencia obvia en el contenido de agua entre los medios
acuáticos y terrestres, existen varias diferencias físicas importantes entre los
dos ambientes, que resultan de peculiar importancia para los animales que intentan
salir del agua e invadir la tierra: 1. contenido de oxígeno. 2. densidad 3. regulación
de temperatura 4. diversidad de hábitat El aire contiene, por lo menos, 20 veces
más oxígeno que el agua, y el oxígeno se difunde con mucha mayor rapidez en el
primero que en la segunda, por lo que los animales terrestres deben realizar un
esfuerzo mucho menor para obtener oxígeno, una vez que poseen la adaptación correspondiente,
es decir, pulmones. Sin embargo, el aire es aproximadamente 1000 veces menos denso
que el agua y 50 veces menos viscoso, por lo que proporciona un escaso soporte
contra la gravedad. Esto ha hecho que los animales terrestres desarrollaran extremidades
fuertes y remodelaran el esqueleto adecuado. En el aire se producen fluctuaciones
de temperatura mucho más fácilmente que en el agua, con bruscos e impredecibles
ciclos de congelación, deshielo, sequías e inundaciones. Los animales terrestres
deben desarrollar pautas fisiológicas y de conducta para protegerse de los extremos
térmicos; una de estas estrategias es la homeotemia (temperatura del cuerpo controlada
y constante) de las aves y los mamíferos. A pesar de sus riesgos, las variadas
ofertas de los nuevos hábitats terrestres incluyen bosques de coníferas, bosques
templados y selvas tropicales, praderas, desiertos, montañas, islas oceánicas
y regiones polares. La consecución de un refugio seguro para la protección de
los vulnerables huevos, así como de las crías, es mucho más fácil de lograr en
la tierra firme que en el agua. ORIGEN DE LOS TETRÁPODOS EN EL DEVÓNICO El período
Devónico, que comenzó hace unos 400 millones de años, fue una época de temperaturas
suaves, con épocas alternas de inundaciones y sequía. Durante este período, algunos
vertebrados, primeramente acuáticos, desarrollaron dos caracteres que resultarían
vitales para permitir la subsiguiente evolución de la vida terrestre: pulmones
y patas. El ambiente dulciacuícola del Devónico era muy inestable. Durante los
períodos de sequía, pequeñas charcas y riachuelos iban secándose y la tierra se
convertía en barro al tiempo que el oxígeno disuelto desaparecía. Sólo los peces
capaces de utilizar la abundancia del oxígeno atmosférico pudieron sobrevivir
en tales condiciones. Las branquias eran inadecuadas porque en el aire los filamentos
se pegaban unos a otros, se secaban y dejaban de funcionar rápidamente. Prácticamente
todos los peces de agua dulce que sobreviven en este período, incluyendo a los
de aletas lobuladas y a los pulmonados, tenían algún tipo de pulmón, desarrollado
como una evaginación de la faringe. Era relativamente simple mejorar la eficacia
de esta cavidad neumática, aumentando su vascularización con una rica red capilar
y proveyéndola de sangre arterial procedente del último par de arcos aórticos.
La sangre oxigenada volvía directamente al corazón a través de una vena pulmonar
para formar un circuito pulmonar completo. Así se originó la circulación doble,
característica de todos los tetrápodos: una circulación sistémica que irrigaba
el cuerpo y una circulación pulmonar que servía a los pulmones. La evolución de
las extremidades se produjo también durante el período Devónico. Aunque a primera
vista las aletas de los peces parecen muy distintas de las extremidades articuladas
de los tetrápodos, un examen detenido de los elementos óseos de las aletas pares
de los peces de aletas lobuladas muestra que a grandes rasgos recuerdan a las
extremidades equivalentes de los anfibios. Acanthostega, uno de los primeros anfibios
conocidos del Devónico, tenía patas de tetrápodo bien formadas, con dedos completos
tanto en las extremidades traseras como en las delanteras, pero los miembros estaban
tan débilmente constituidos que no permitían al animal levantar su cuerpo de la
superficie para caminar auténticamente en tierra. Hasta muy recientemente se creía
que los primeros tetrápodos tuvieron cinco dedos en sus manos y pies, el esquema
pentadáctilo básico de casi todos los tetrápodos actuales. Sin embargo, fósiles
de tetrápodos del Devónico recientemente descubiertos tenían todos ellos más de
cinco dedos. Sólo más tarde el modelo pentadáctilo se estabilizó en los distintos
linajes de los tetrápodos. La invasión del medio terrestre fue claramente una
revolución en la historia de los vertebrados ¿Cómo se consiguió? Una interpretación,
aceptada durante mucho tiempo y desarrollada por el paleontólogo de Harvard Alfred
Romer, sugirió que al secarse las charcas del Dvónico durante los períodos de
sequía, los vertebrados acuáticos se veían forzados a moverse a otras charcas
que todavía contenían agua. Las aletas lobuladas de los sarcopterigios (el actual
celacanto, los peces pulmonados y los extintos Ripidistios) podían ser adaptadas
como remos que propulsasen el cuerpo en tierra, mientras se buscaba un nuevo charco.
Los que tenían las aletas más fuertes sobrevivieron para reproducirse. De acuerdo
con esta hipótesis, la colonización de la tierra y el desarrollo gradual de extremidades
pares se originaron como una adaptación para la supervivencia en el agua. El punto
de vista ha cambiado con el reciente descubrimiento de fósiles más completos de
los primeros tetrápodos conocidos. Aunque Acanthostega tenía extremidades de tetrápodo,
en el resto de los aspectos era un animal completamente acuático. Se está alcanzando
actualmente un consenso sobre que los tetrápodos desarrollaron su patas bajo el
agua, y solamente entonces, por razones desconocidas, comenzaron a dirigirse hacia
la tierra. Las pruebas apuntan hacia los peces de aletas lobuladas como antecesores
de los vertebrados terrestres, en términos cladistas, contienen al grupo hermano
de los tetrápodos. Los peces de aletas lobuladas y los primeros tetrápodos como
Acanthostega e Ichthyostega comparten varias características del cráneo, los dientes
y la cintura pectoral. Ichthyostega representa una rama temprana de la filogenia
de los vertebrados, que poseía varias adaptaciones nuevas, además de extremidades
articuladas, que lo equipaban para la vida sobre la tierra. Tenía una columna
vertebral más fuerte y una musculatura más potente para sustentar el cuerpo en
el aire, nuevos músculos para levantar la cabeza, cinturas pectoral y pelviana
reforzadas, una caja torácica protectora, una estructura más evolucionada en la
región del oído para detectar sonidos aéreos, un relativo acortamiento del cráneo
y un alargamiento del hocico que preludiaba su capacidad olfativa superior para
detectar olores aéreos muy diluidos.
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