Había
una vez... ...Una
niñita que vivía con su madre cerca de un gran bosque. Al otro lado del bosque
vivía su abuelita, que sabía hacer manualidades y un día le había realizado una
preciosa caperucita roja a su nietita, y ésta la usaba tan continuamente, que
todos la conocían como Caperucita Roja.
Un
día la madre le dijo:
-Vamos
a ver si eres capaz de ir solita a casa de tu abuelita. Llévale estos alimentos
y este pote de mantequilla y pregúntale cómo se encuentra, pero ten mucho cuidado
durante el camino por el bosque y no te detengas a hablar con nadie.
Así,
Caperucita Roja, llevando su cestito, fue por el bosque a visitar a su abuelita.
En el camino la observó el lobo feroz, desde detrás de algunos árboles. Tuvo ganas
de devorar a la niña, pero no se atrevió, pues escuchó muy cerca a los leñadores
trabajando en el bosque. El
lobo, con su voz más amistosa, preguntó: -¿Dónde
vas, querida Caperucita? ¿A quién llevas esa canata con alimentos?
-Voy
a ver a mi abuelita, que vive en la casa blanca al otro extremo del bosque -respondió
Caperucita Roja, sin hacer caso a lo que le había recomendado su mamá y sin saber
que es muy peligroso que las niñas hablen con los lobos. -Tus
piernas son muy cortas y no pueden llevarte allá rápidamente; yo me adelantaré
y le diré a tu abuelita que la vas a visitar -dijo el lobo pensando comerse a
las dos. Caperucita
Roja se entretuvo en el camino recogiendo flores silvestres. Mientras tanto el
hambriento lobo feroz se dirigió con mucha rapidez a la casa donde vivía la abuelita.
Estaba muy impaciente porque no había comido en tres días. Sin
embargo, la abuelita se había ido muy temprano para el pueblo, y el lobo encontró
la casa vacía. Poniéndose
el gorro de dormir de la anciana, se metió en la cama y esperó a Caperucita Roja.
Cuando la niña entró en la casa, se asustó porque encontró a su abuelita en cama
y le pareció muy extraña. -¡Oh!
¡Abuelita! -exclamó Caperucita Roja-, ¡qué orejas más grandes que tienes!
-Son
para escucharte mejor -dijo el lobo. -Abuelita,
¡qué ojos más grandes tú tienes! -Son
para verte mejor, querida nieta. -Abuelita,
¡qué dientes más grandes que tienes! -Son
para comerte mejor -gritó el lobo saltando de la cama. Un
leñador que se encontraba cerca escuchó a Caperucita Roja que pedía socorro por
la ventana. Tomando su hacha corrió hacia la casa para salvarla.
Antes
que el lobo pudiera hacer daño a Caperucita Roja, el leñador le dio muerte de
un tremendo hachazo. Luego lo arrastró hasta el bosque Y en ese momento la abuelita
regresaba a su hogar, lo que hizo tranquilizar a Caperucita y pasar un rato de
alegría junto a ella.
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