1. Introducción Dorrego -gobernador de Buenos Aires- cae sacrificado
por orden de Lavalle el 13 de Diciembre de 1828. El general Estanislao López,
autorizado por la Convención Nacional, para oponerse a quienes invadían la provincia,
arrojó a Lavalle de su provincia y unido con Rosas, lo derrotó en Puente de Márquez.
El vencedor propuso la paz; Lavalle la rechazó, López
volvió a su provincia. Rosas quedó en Buenos Aires e impuso condiciones definitivas:
el general Viamonte sería gobernador interino de la provincia y Lavalle tendría
que irse del país, se iba profundamente disgustado con Paz, que en Córdoba había
sido más afortunado y ya estaba en el gobierno de la provincia, dispuesto a tratar
con los vencedores. El día 6 de diciembre de 1829 se aprobaron las facultades
extraordinarias que tendría el nuevo mandatario hasta la constitución de la próxima
legislatura y a las 19 hs fue elegido Juan Manuel de Rosas, Gobernador de la provincia
de Buenos Aires, con facultades extraordinarias, que años antes habían sido otorgadas
a Martín Rodríguez. Cuando Rosas asume el poder, la provincia había perdido
su hegemonía por la caída del régimen unitario rivadaviano. En un período en el
cual se consolidaba el capitalismo en Europa y se expandía a todo el mundo, estas
tierras se debatían entre revolucionarios y reformadores. Durante el primer
gobierno de Rosas, el país no estaba organizado como una nación, sino que las
provincias se habían enfrentado firmando por un lado la Liga Unitaria (Córdoba,
Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan, San Luis, Tucumán, Salta y
Mendoza) y por el otro lado el Pacto Federal (Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos
y Corrientes). Rosas al asumir su gobierno expresó públicamente su sentido
autoritario de la justicia, jerárquica y legalista, y juró cumplir el mandato
legislativo impuesto al elegírselo: "Sostener la independencia del Estado y su
libertad, bajo el sistema representativo y republicano".
2. La clase social de Rosas Rosas,
al igual que casi todos los caudillos, venía de una clase de estancieros que administraban
personalmente sus estancias. Eso le daba un contacto con la clase popular que
no podían tener los profesionales y tenderos que vivían en la ciudad. Los estancieros
estaban identificados con sus peones gauchos: vestían sus trajes, montaban en
recados, usaban su lenguaje y sus modalidades; en fin, pensaban, obraban y hablaban
como dirigentes naturales del campesino. El instrumento de su llegada al
poder fue la milicia rural, más que su identificación con la masa. Los estancieros
eran capitanes natos de las compañías formadas por los peones de estancias; los
más capaces llegaron a comandantes de la milicia rural, en sustitución de los
jefes designados por el gobierno. Rosas, capitán de las milicias de San
Vicente en 1813, es coronel del 5º regimiento en 1820 y comandante general de
milicias de campaña en 1827. Jefe de sus fuerzas militares, su llegada al gobierno
significaría -políticamente- el advenimiento de la campaña al quehacer
político. Que debió hacerse en la misión política de Martín Rodríguez, quien sirvió
a los intereses opuestos a la fuerza que lo trajo al poder, ya que Rodríguez era
estanciero de la ciudad; no convivía, ni por lo tanto interpretaba, a sus peones. El
restaurador Rosas sabía que su estabilidad política, no dependía solo de
la lucha con las fuerzas unitarias -ya que ésta liga no era muy difícil de ser
superada-, esto era un paso más del problema que enfrentaban, el verdadero problema
era "La Reorganización Económica y Política del País". Tema fundamental para todas
las provincias de la nación, ya que la sanción de una constitución federal, como
la que querían las provincias, les aseguraría el desarrollo de relaciones políticas
y económicas normales entre ellas y les aseguraría una autonomía, que sin el resguardo
del gobierno federal para sus derechos y privilegios no tenían ningún sentido. Desde
el principio declaró enemigo al partido unitario, y utilizó la famosa divisa:
"El que no está conmigo, está contra mí" para atacarlos. Por lo que puso a su
favor a los burgueses, conservadores y reaccionarios, a los católicos, a los gauchos
descontentos, a los indios, a la plebe urbana y a parte de la población rural.
Rosas quiso aparecer como un restaurador, debido a que para él los otros gobiernos
dejaron una actitud de desprecio, y de violación de derechos. En su contra aparecieron
los unitarios, los jóvenes ilustrados, los liberales, los militares y viejos patricios
de la revolución. Su gobierno era centralista, respetuoso de los señores
feudales siempre y cuando estos le estuviesen sometidos. Tenía un criterio proteccionista
antieuropeo, de un nacionalismo estrecho, y reacio a los cambios y a lo extranjero.
Su primera medida en el gobierno, de hecho, fue suprimir la libertad de prensa
y adueñarse de ella, para así fiscalizar la prensa y los organismos de información
pública. Sin embargo este primer periodo fue solo una imagen de lo que sería el
segundo gobierno, ya que aquí Rosas no tenía experiencia verdadera en la política. Cuando
asume su primera gobernación tuvo tres reclamos importantes del gobierno británico:
1) Reclamaciones por pérdidas que sufrieron propietarios de barcos, comerciantes
y otros hombres de negocios británicos, durante la guerra con Brasil; 2) Morosidad
en los pagos del empréstito Londinense de 1824; 3) El asunto Islas Malvinas. El
gobierno de Rosas reconoció esas deudas, pero al quedar separada Buenos Aires
de las regiones mineras, quedan como recursos de pagos, en 1º lugar solo la posibilidad
de un superávit en la cuenta de exportación, después de pagar las importaciones,
y en 2º lugar un superávit en rentas públicas. Rosas nunca modificaría su política
financiera para atender a las demandas de los acreedores extranjeros, esto se
debía en parte a la falta de disposición del gobierno británico a ejercer presión
a favor de los tenedores de Bonos. La pampa Hasta 1827, Buenos Aires
había mirado hacia el río oteando la llegada de los inmigrantes, mercaderías e
ideas de Europa. La tierra que la circundaba no tenía existencia política. Para
los porteños social y políticamente, los hombres de las ciudades mediterráneas,
solo valían sus iguales en pensamiento y en costumbres. Los demás eran faltos
de cultura y considerados enemigos. En 1829 las cosas cambiaron, Buenos
Aires ya no miraría tanto al puerto sino a la pampa. Con su gobernador rural se
adentraba el espíritu de la tierra, desalojando el de afuera. Algo de eso había
empezado en el corto gobierno de Dorrego, donde las orillas predominaron sobre
el centro, pero no atinó a defender la nacionalidad con el mismo espíritu que
Rosas. De allí la debilidad de Dorrego y la fortaleza de Rosas; si aquel significó
el advenimiento de las masas urbanas, éste le agregó el factor decisivo de las
masas rurales. La provincia en 1821 era solamente el centro de la ciudad,
en 1827 llegaba a las orillas, en 1829 se extenderá a la campaña. Es que
los orilleros -quinteros, matanzeros, libertos- que siguieron a Dorrego,
estaban ahora del lado de Rosas. El caudillo de los gauchos, prestigiado por la
victoria, será adoptado por la clase popular urbana identificada con el medio
rural. Se vive en las orillas un aliento pampeano traducido en el traje, las canciones
y la música. Buenos Aires deja de ser una factoría portuaria para convertirse
en la metrópoli de una campaña. Toma sentido nacional al impregnarse del espíritu
campestre. 3. El orden En el primer gobierno
se cumple el despertar de una especie de conciencia nacional hasta entonces sin
participación activa, y la unidad nacional por la imposición del Pacto Federal
y creación de la Confederación Argentina. En Rosas vieron sus seguidores,
que integraban la Junta de Representantes al hombre serio, de trabajo y acción,
que restauraría las Leyes que pondrían término a la anarquía reinante desde poco
después de la Revolución de Mayo. Sabíase que el Restaurador de las Leyes (como
lo condecoraron oficialmente los que estaban de su lado) no admitiría infracciones
a ellas, como en su estancia no aceptaba tergiversación a sus reglamentos camperos.
Confirmaron al gobernador, convencidos de ser el único capaz de mantener el orden
en ese medio convulsionado, que lamentablemente con el correr del tiempo, degeneraría
en una tiranía. Su propósito de mantener el orden se encuentra en su nada
revolucionario ministerio, heredado de Viamonte y que éste había recibido de Lavalle:
Balcarce, Guido y García eran hombres de inspirar confianza en la gente de la
época. 4. Facultades Extraordinarias y su posterior ampliación Las
pasiones estaban demasiado enardecidas para mantener la lenidad de los propósitos
iniciales. Los unitarios intransigentes conspiran, porque creen que un gobierno
sin su participación no puede mantenerse mucho tiempo, y tienen esperanzas que
Paz los apoye desde Córdoba. Consiguen la adhesión de algunos jefes federales
como el coronel Smith -luego escapa a Córdoba- y el mayor Montero -Rosas
aplica las facultades extraordinarias y ordena su fusilamiento-. Se
hacen secuestro de armas, y se manda a algunos unitarios al pontón Cacique. No
se persigue la propaganda escrita, siempre que no se injurie al adversario. Rosas
permitía la crítica periodística porque espera hacer un gobierno de orden y olvido
(de cualquier manera, como detallo más arriba, él controlaba esa crítica). Uno
de los temas por los cuales los federales, deciden pedir las facultades extraordinarias
era que ellos eran conscientes de que en muchos temas políticos y económicos que
enfrentaban dentro de la provincia de Buenos Aires, no tenían una opinión unánime,
ya que se agrandaban las diferencias entre los que apoyaban al régimen autoritario
de Rosas y los moderados, también llamados "lomos negros". Debido al estado
de guerra civil con Paz, surge la necesidad de mantener las facultades y aun ampliarlas
ilimitadamente, con la sola reserva de "no celebrar en forma definitiva tratados
o convenciones". El peligro de la revolución jordanista en Entre Ríos, la
liga unitaria formada por Paz, y el permanente estado de conspiración de los unitarios
porteños son los motivos que inducen a los representantes a ampliar estas facultades
extraordinarias. 5. Tratados entre las Provincias del
Litoral Si el peligro de una lucha con los unitario había desaparecido
en Buenos Aires, seguía siendo efectivo en el interior. Frente a las provincias
litorales (Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe y Entre Ríos), Paz ha alzado su
fuerte liga de gobiernos interiores que le confieren el Supremo Poder Militar
En consecuencia Rosas debe organizar una paralela liga de gobiernos federales
que podría llegar, si se consiguiese impedir la guerra y convencer a Paz, a ser
fundamento de un Pacto de Confederación Argentina o de lo contrario a declararle
la guerra. Con el consentimiento de Rosas y con poderes de Corrientes, Ferré
concluye con López en Santa Fe un tratado: formar una liga ofensiva y defensiva
entre las cuatro provincias, debiendo enviar un representante cada una a Santa
Fe y dar al gobernador de Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores. Pero
además Ferré quería imponer: Proteccionismo Aduanero Inmediato, Reparto entre
las provincias de la renta de la aduana, y anulación del tratado con los Ingleses.
La necesidad de concluir pronto el convenio por las revoluciones jordanistas en
Entre Ríos y la actitud de Paz, llevó a que se firmara el 4 de Enero de 1831 por
solo los delegados de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, ya que Rosas no aceptaba
del todo lo pedido por Ferré, ya que de esta forma significaría la unificación
nacional con la consecuencia de la libre navegación de los ríos, repartir las
rentas de aduana entre todas las provincias. El 4 de febrero Rosas precipitó
la guerra contra la liga del interior. La situación terminó recién con la prisión
de Paz el 10 de mayo y la derrota de los unitarios mandados por Lamadrid en Ciudadela
(Tucumán), el 4 de noviembre de 1831. Luego de esta guerra civil, las provincias
se van incorporando al Pacto Federal, primero lo hace Santiago del estero y luego
le siguen Córdoba, Mendoza, Corrientes, La Rioja, Tucumán, San Luis, Salta, Catamarca
y San Juan, aceptaban el Pacto Federal y delegaban en el Gobernador de Buenos
Aires, el manejo de las relaciones exteriores. En 1832 Rosas impide que
la Comisión Representativa convoque a un congreso general para organizar la república.
Rosas sostenía que el país no estaba en condiciones de entrar en una organización
general; debía mantenerse la unión de las provincias sólo con el Pacto Federal.
"Debemos existir y después organizarnos", era su argumento. Los partidos
de campaña Rosas creó un régimen institucional práctico, al agrupar estados
autónomos unidos por la nacionalidad común, y cuya representación exterior delegaron
unánimemente en el gobierno de Buenos Aires. Estaba pendiente el problema
del indio, y Rosas lo encaró con la experiencia que tenia desde antaño. La errónea
política seguida con los indígenas por el gobernador Rodríguez había originado
su alejamiento del círculo porteño, en oposición al unitarismo. Rosas nunca concibió
una guerra exterminadora, sino la adaptación del salvaje al trabajo civilizado
e intento que el indio desarrollara su capacidad laboral. Cuando concluyó
su gobierno, la Legislatura procedió a reelegirlo por un nuevo trienio, sin acordarle
las Facultades Extraordinarias, pero Rosas no aceptó el ofrecimiento, alegando
que quería ocuparse personalmente de una expedición al desierto que desde meses
estaba preparando. La Campaña del Desierto, fue una vasta empresa secundada
por sacerdotes, científicos, labradores, geógrafos, médicos, agrimensores, marinos
y excelente maestranza. Las tropas de línea estaban anarquizadas después
de la revolución de diciembre. Rosas no separó a ningún jefe ni oficial, aunque
los más comprometidos -con Lavalle a la cabeza- se vieron obligados a escapar
a Montevideo o Córdoba por las iras populares. Pero les exigió lealtad al federalismo.
Estableció la conscripción obligatoria, sin privilegios de clases, y remontó la
tropa hasta 10.000 hombres. El enfrentamiento con Córdoba y la actitud de Paz
en el interior, lo hacían necesario. Los gastos militares tuvieron primacía sobre
los otros: en un presupuesto de 9 millones de pesos papel, más de siete iban a
las fuerzas armadas. El principal ejército estaba a cargo del general Balcarce.
Declarada la guerra, Rosas irá a San Nicolás, Balcarce siguió en la jefatura.
Pacheco hostiga a Paz en Córdoba y Quiroga opera en las provincias andinas, comandantes
rurales se destacaron al sur en previsión de malones de indios, además se subvencionaba
a las tropas de López que constituían el Ejército de Vanguardia. 6.
Las Bases Económicas Del Régimen Rosista No
se percibió consolidación económica alguna de las masas en su primer gobierno.
La tierra sigue en poder de los grandes propietarios y enfiteutas, y apenas el
régimen interno de las estancias se modifica por influencias, quizá, del sistema
justiciero reglamentado en las propiedades de Rosas. Pero el banco -que estaba
en poder de los unitarios-, sigue contando con el manejo del crédito, y además
el sistema aduanero permanece librecambista. La elaboración industrial se reduce
a fábricas que trabajan la materia prima vernácula: los saladeros, talleres de
lomilleria, escasos de tejidos y artículos de vestir. En Argentina no hubo cambios
en su relación con Gran Bretaña. El circuito principal que se desarrolló
en Buenos Aires, fomentado por tenedores de tierras y comerciantes nativos e ingleses,
fue el que tenía como unidad de producción a la estancia, gran propiedad territorial,
en donde se criaba el ganado vacuno. Este circuito se completaba con los saladeros
(grandes establecimientos en donde se mataba a las bestias, se extraía el sebo,
se salaba y secaba la carne y se preparaban los cueros crudos para la exportación)
y finalmente con la conexión de los grandes comerciantes, intermediarios de la
demanda inglesa devoradora de materias primas y exportadora de productos manufacturados
(principalmente telas). Además, el negocio se completaba con el dominio total
de los ingresos de la Aduana de Buenos Aires, que monopolizaba el comercio exterior
y cuyos dividendos formaron el grueso de las ganancias de la provincia porteña. Un
elemento a tener en cuenta, los gobernantes Rosas y Urquiza eran empresarios saladeristas.
La política fiscal aduanera otorga ventajas a los saladeros y la política ganadera
se orienta hacia el abastecimiento de las fábricas de transformación del ganado
en cueros, astas, pelos, grasas y otros productos. La industria de la salazón
de carnes registra un sensible adelanto a partir de 1830, cuando se sustituyen
los galpones de techo de paja por edificios de material y techo de zinc. El predominio
aplastante y absoluto de la actividad ganadera frenaría incluso a todas las producciones
que pudiesen diversificar en algo el sistema económico: la agricultura queda relegada,
ya que los poseedores de grandes extensiones, decidieron no darle, en este tiempo,
un intensivo desarrollo a la misma. El comercio de exportación, fue favorecido
en todo momento por Rosas apoyado por los grandes propietarios de tierras, y se
mantuvo incluso en grandes picos. Veremos que las medidas "proteccionistas" de
Rosas no contradirían sus estrechas relaciones con el comercio inglés ni sus prerrogativas
de gran señor feudal. Su carácter austero y autoritario, aplicado en la
política económica aparece en su favoritismo por la ausencia de toda política
de fomento a la inmigración europea, a la agricultura, la minería, y las industrias
manufactureras. La comisión de inmigración, creada en 1824, es disuelta por Rosas
en 1830, porque "lejos de producir ventajas al país sólo ha aumentado los gastos
del erario público, y distrayendo al gobierno de otras importantes atenciones".
Concentra su política en la administración de la cosa pública, en tanto que la
economía reposa sobre la ganadería, la transformación saladera y el comercio,
todos privados, sin intervención estatal. La economía de Buenos Aires es
predominantemente terrateniente y ganadera. Ese objetivo económico se mantiene
inalterado durante el gobierno de Rosas. Rosas reconocía que las dificultades
financieras provenían de los déficit, ya que mientras la situación política siguiera
siendo inestable, los problemas financieros no podían desaparecer. Para restablecer
la estabilidad, tendría que aplicar planes, para los cuales no se contaba con
tiempo, ni con una administración adecuada, unida, y dispuesta a afrontar los
problemas. Rosas no logró la total recuperación económica y financiera,
no pudo reducir la deuda pública de la provincia, ni tampoco equilibrar el presupuesto,
pero a su favor logró reducir el gasto y rehabilitar el crédito público, sin realizar
nuevas emisiones monetarias. Rosas estaba tan encontra de la inflación como de
la deflación, cualquier plan de su gobierno que expandiera la moneda, implicaría
como resultado la colaboración del banco, quien muy difícilmente colaboraría con
el gobierno, sin obtener algún beneficio propio. Si bien Rosas podía obligar al
banco a colaborar, sabía que esto le traería mucha presión en la Junta de Representantes.
La depreciación del peso, perjudicaba al gobierno, en los créditos a largo plazo,
metiendo la especulación y el despilfarro. Además sabía que quienes más sufrirían
esta inflación -asalariados, tenderos, funcionarios y artesanos-, eran los que
le brindaban su apoyo incondicional. El hecho de que Rosas no haya emitido
papel moneda en su primer gobierno, no se reflejaba en una mejora en la situación
financiera, sino que luego de su primer año donde si hubo superávit, en los otros
cuatro años siempre los egresos superaron a los ingresos. En
1833, la expedición que dirigió contra los indígenas y que logró conseguir dos
mil novecientas leguas cuadradas tenía por finalidad principal la consecución
de tierras explotables por los ganaderos que necesitan expandirse y fomentar la
base económica de su negocio. 7.
Conclusión Rosas supo combinar,
desde el primer momento, una política económica desde la conveniencia de que no
se organizara la Nación. Desde que asumió por primera vez el gobierno inició la
práctica de dar a las provincias generosos subsidios para sacarlas de sus apuros,
con lo cual calmaba las desconfianzas de los gobernadores y los sometía a su poder;
y por lo mismo, no le interesaba la reunión de un Congreso Nacional, pues así
seguía siendo la provincia de Buenos Aires, y no la Nación, la que subvencionara
a los gobiernos provinciales, siempre y cuando éstos, claro está, siguieran los
lineamientos que Buenos Aires fijara. Así, logró lo que se habían propuesto infructuosamente
los grupos porteñistas -directoriales y unitarios- desde los comienzos
mismos de la Revolución: halló la forma de dominar el país desde Buenos Aires,
amparado en un federalismo estricto, según el cual la provincia no era ni quería
ser sino una provincia más, igual a sus hermanas, que disponía de su patrimonia
en plena autonomía; y es claro que ese patrimonio incluía al puerto y por supuesto
a la aduana. En cuanto a la producción industrial, solo se preocupo por
las que trabajaban las materias primas vernáculas, ya que él controlaba el campo
y era saladerista, también controlaba el puerto para la salida de los cueros y
demás, o sea se ocupaba de todo lo que podía tener bajo su control y rechazaba
todo lo quo él no podía controlar, como ser la Inmigración, Agricultura, etc. Al
ir con el curso de los años obteniendo mayor experiencia, se acentúa su estilo
autoritario, con lo cual se traba en gran forma las relaciones con las grandes
potencias como ser Gran Bretaña y Francia, todo lo cual traería como consecuencia
trabas al libre comercio, aislamiento y postergación del desarrollo económico
del país. En definitiva, Rosas y sus colaboradores -sobre todo Rosas-, luego
de este primer gobierno, quedan absolutamentes convencidos de que solamente una
dictadura podía salvar a la provincia del desastre.
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