ACUARELA
ACUARELA, AGUADA Y TÉCNICAS MIXTAS
Había también una preocupación que servia de rémora al talento del acuarelista, y era que no se podía retocar volver a pintar sobre lo pintado; que no se debían emplear tampoco colores de cuerpo en ningún caso, y que los blancos se habían de hacer dejando en claro el papel o fondo.
Hubo pintores de genio que no hicieron caso de estas y otras reglas de rutina, y que combinando oportunamente toda clase de colores, y encontrando el modo de sacar los claros sin ceñirse a obtenerlos del blanco del papel, produjeron obras entonadas, vigorosas, de tintas armoniosas y transparentes.
Desde entonces ha desaparecido la rigorosa división que establecían los antiguos cánones pictóricos entre acuarela y aguada, y son hoy muchos los acuarelistas que ejecutan sus obras con esta racional libertad de medios, de que fue admirable ejemplo nuestro grande artista Mariano Fortuny.
Ni es del todo nuevo este procedimiento mixto por cuya virtud entran a veces los colores de cuerpo, como el albayalde y el ocre, si bien en módicas proporciones, en la paleta de colores transparentes del acuarelista.
En la Biblioteca Vaticana se conserva un rollo de vitela de más de diez metros de largo por treinta centímetros de alto, en que un artista bizantino, anterior la época en que León Isaurio expidió su famoso edicto de proscripción contra las imágenes, es decir, anterior al siglo viii, pintó las guerras de Josué. Forma esta interesantísima miniatura una serie de cuadros, que se desarrollan por el estilo de los bajos relieves de la columna Trajana, y que por el carácter de la letra que indica los nombres de los personajes y los asuntos representados, se estima obra del siglo vii: y examinando atentamente su ejecución, se advierte que en ella el colorido es una ligera acuarela sin empaste, que los únicos colores empleados por el artista son el azul, el pardo y el carmín, y que las luces están hechas con albayalde, esto es, a la aguada.
Hay más: algunos célebres profesores no vacilaron en mezclar con los colores los trazos de lápiz, y aún los de pluma, si bien esta práctica se observa en obras de mero estudio, y no en acuarelas en el verdadero sentido de esta palabra.