ACTOR
LOS ACTORES EN LA EDAD MEDIA
Sabiendo lo que eran y las obras que representaban los actores en Roma, a nadie sorprenderán las prevenciones y el desprecio con que han sido mirados casi hasta nuestros días. Es, como observa Mr. Martha, herencia de la antigüedad. Roma los había rechazado antes de rechazarlos la Iglesia. Y la Iglesia procedió con mucha justicia al excomulgarlos y anatematizar su profesión: ya lo dice también un moderno actor español hablando de nuestro teatro.
En los primeros tiempos del cristianismo, las representaciones paganas eran un conjunto de infamias y desnudeces apenas creíbles: las mayores monstruosidades de la mitología, como Júpiter y Leda, Pasifae y el toro, se representaban a lo vivo, y los actores eran, como es claro, gente abyecta y vil, sin conciencia ni decoro, que, sobre representar tales abominaciones, llegaban a desnudarse en la escena pública, para satisfacer los antojos y excitar los apetitos de un populacho brutal y estragado. Así, anatematizados por los concilios, y castigados por la ley civil, fueron desapareciendo poco a poco; pero quedaron y permanecieron durante toda la Edad Media algunos restos de estas representaciones paganas, y de estos actores infames, que justifican la continuación de las prevenciones y censuras contra su clase.
El teatro serio nació luego en la Iglesia, representando los mismos sacerdotes los principales hechos de la vida de Cristo y los pasajes más notables del Antiguo Testamento. No podía ennoblecerse más la profesión de actor: pero, como dice nuestro Rey Sabio en las Partidas, en el mismo templo se cometían “villanías é desaposturas”, y fuera del templo se representaban farsas llamadas juegos de escarnio, que no eran otra cosa que reminiscencias de los mimos paganos; es decir, piececillas burlescas y licenciosas. No es, pues, de extrañar que Felipe Augusto expulsara de sus Estados a los cómicos, por sus costumbres disolutas y la inmoralidad de sus representaciones, que, en rigor, más eran cosa de titiriteros y charlatanes que de actores.
En la Edad Media, el clero representaba las obras dramáticas religiosas o litúrgicas, llamadas misterios, que eran lo más importante que se hacía entonces con carácter dramático.
A fines del siglo xiv, reinando Carlos VI, se estableció en París una compañía o corporación eclesiástico-dramática, que se llamó Cofradía de la pasión, porque el más célebre de sus espectáculos era el misterio de la pasión. Era inmenso; se necesitaban varios días para representarle, y tenía 87 personajes, no pocos sobrenaturales.
Poco después se formaron otras dos compañías de actores, llamadas, una los Clérigos de la Basoche, y otra Les enfants sans souci. Ambas tenían carácter seglar, sobre todo la última. La compañía de la Basoche se dedicó a representar moralidades, por tener la de la Pasión el privilegio de representar los misterios. En el fondo eran lo mismo; pero las moralidades fueron tomando carácter puramente alegórico, siendo sus personajes, además de Dios y el diablo, las virtudes, los vicios, las potencias, sentidos, etc.
Los clérigos de la Basoche, que no se consideraban eclesiásticos, hicieron ya comedias, con el único objeto de promover la risa, mezclándolas con sus moralidades. Les enfants sane souci formaban una compañía puramente cómica; su jefe se llamaba el príncipe de los tontos, le prime des sots, y sólo se proponían hacer reír con sus propias necedades y locuras, introduciendo en el teatro la sátira personal y la política.