ACTITUD
LAS ACTITUDES Y LA GRAVEDAD
En la estación nuestros órganos gravitan unos sobre otros en dirección paralela al eje del cuerpo; en el decúbito, en direcciones perpendiculares a este eje y sobre partes diferentes según el lado sobre que el cuerpo repose.
En razón de la poca altura de las secciones verticales del cuerpo colocado horizontalmente, el sistema óseo, tienen que soportar pocas presiones y, por lo tanto, solo en circunstancias excepcionales, en los niños, o en sujetos con reblandecimiento de los huesos, el decúbito prolongado sobre un mismo plano ha podido contribuir a la deformación del esqueleto.
En la bipedestación, al contrario, la presión vertical a que se halla sometido el sistema óseo, tiende a aumentar las corvaduras, las inclinaciones de los huesos, a deprimir las sustancias flexibles colocadas entre ellos, a aplanar las mismas superficies articulares, a distender ligamentos y músculos. Si el peso de los órganos no cae a plomo sobre las diversas secciones del esqueleto, la pesantez tiende a deprimir el lado que sufre mayor presión y a producir diversas, deformaciones de los huesos.
En circunstancias normales la pesantez limita sus efectos sobre el cuerpo en ejercicio a una reducción de talla de 10 a 12 milímetros, que recobra durante el reposo nocturno. Pero cuando aumenta la potencia o la resistencia disminuye, sobrevienen deformidades.
En el raquitismo el peso del tronco deprime hacia adelante el punto de unión de las regiones dorsal y lumbar de la columna vertebral, deforma la pelvis, dobla el cuello de los fémures, encorva estos huesos y los de la pierna, aplana la bóveda plantar, etc.
La acción de la gravedad favorecida por los esfuerzos musculares expone a los aprendices de ciertas profesiones que exigen una estación prolongada a la deformación de las rodillas y al aplanamiento y desviación de los pies.
La infancia y la juventud se libran de las deformaciones del esqueleto, por efecto de la pesantez, en virtud de la variedad extrema de los movimientos y de las actitudes, y de las consiguientes variaciones del centro de gravedad; pero cuando ciertas actitudes se hacen habituales y más si son actitudes viciosas, sometidos determinados puntos del sistema óseo a un exceso de presión continua, que embaraza el crecimiento regular de las partes, éstas se amoldan por decirlo así, a la situación forzada en que se las coloca y, de este modo, una posición irregular, pero voluntaria, puede convertirse en una deformación permanente, muchas veces irremediable. Así se produce frecuentemente la combadura del dorso.
La corvadura lateral del raquis es debida algunas veces a una influencia análoga, aunque su etiología es más compleja. Cuando la pelvis permanece oblicua durante la estación, por ora desigualdad de longitud o de fuerza de los miembros inferiores, el raquis se inclina hacia el lado del miembro más elevado para mantener el equilibrio del tronco.
El exceso de presión que resulta sobre el lado correspondiente de las vértebras y de los discos intervertebrales, deprimiendo estos órganos en los puntos sobre los cuales la gravedad ejerce su acción continua, puede producir una deformación permanente de la columna vertebral.
La debilidad orgánica, la predisposición hereditaria a las escoliosis, la bipedestación muy prolongada, los esfuerzos musculares excesivos favorecen este resultado que es casi constante en el raquitismo. Idéntica acción ejerce la pesantez sobre la parte más elevada de la columna vertebral, en las inclinaciones habituales de la cabeza, cuando los miembros superiores no se contrabalancean exactamente, o cuando la elevación habitual de uno de ellos determina una flexión lateral del tronco.
La pesantez obra no por presión sino por tracción, considerada en los miembros superiores, en la actitud ordinaria de la estación; su propio peso tiende a alargar sus tejidos, a separar las partes movibles, pero la resistencia de los medios de unión es muy superior a esta acción. Sin embargo, si la dirección de la pesantez se aproxima a la perpendicular del eje del miembro colocado en ciertas posiciones, entonces esta fuerza tiende a encorvarlo y de este modo se produce en el raquitismo la deformación del antebrazo.