ACTA
ANTECEDENTES DEL ACTA DEL PARDO
Ratificada en 6 de marzo de 1728.
Habíanse roto las hostilidades entre España e Inglaterra. La armada de nuestro país apresó un magnífico navío inglés, llamado Príncipe Federico, que pertenecía a la compañía del Sur. Nuestros ejércitos pusieron sitio a Gibraltar. Casi todas las naciones de Europa se prepararon para la guerra. Estos acontecimientos ocurrían en el año 1727. Reinaba en Inglaterra Jorge I, que falleció en este mismo año, sucediéndole su hijo Jorge II; en Alemania Carlos VI; en Francia Luis XV, y en España Felipe V.
Triunfó, por último, el partido de la paz y firmáronse los preliminares el 31 de mayo en París, por el ministro imperial conde de Fonseca y por los plenipotenciarios de Francia, conde de Morville, de Inglaterra, Horacio Walpole, apellidado el Doctor Equilibrio por la tenacidad con que defendía el mantenimiento del equilibrio europeo, y de Holanda, Guillermo Borrel. En ellos se acordaba la reunión de un congreso en la ciudad de Aquisgrán, que posteriormente fue sustituida por la de Cambray y luego por la de Soissons. Fijábase además que al punto cesarían las hostilidades, que se suspendería por espacio de siete años la compañía de Ostende y que el congreso había de reunirse en el plazo fijo de cuatro meses.
Temíase en la corte española que produjese la noticia de haberse firmado estos preliminares mal efecto en el ánimo de Felipe V, que entonces se hallaba enfermo. Pero como el rey de España había perdido la esperanza de reconquistar a Gibraltar, aunque los preliminares no eran de su agrado, firmólos en 19 de junio, pudiendo así sin desdoro ordenar a sus tropas que suspendieran las hostilidades contra aquella plaza. En 22 de junio falleció Jorge I. Luis XV felicitó a su tío Felipe V en atenta y cariñosa carta que éste leyó con agrado.
Llegado el caso de ratificar los preliminares, opuso gran resistencia el rey Católico, que no quería devolver las presas hechas en Indias, especialmente el navío Príncipe Federico. También Isabel Farnesio veía con repugnancia la paz, que, sin embargo, se había facilitado por la muerte de Catalina I de Rusia, por el carácter pacífico del cardenal Fleury, ministro de Francia y de Walpole, ministro de Inglaterra, por la incesante mediación del Papa Benedicto XIII, por el temor de todas las naciones a la guerra y por el deseo general de mantener el equilibrio europeo.
Para resolver las dificultades, vinieron a España Keene, embajador de Inglaterra; Rottembourgh, de Francia, y Wander-Meer, de Holanda, los cuales unidos al austriaco Koningseg, celebraron varias entrevistas con el marqués de la Paz. Este exigía para que Felipe V devolviese sus presas, que los ingleses evacuaran la isla de la Providencia y demoliesen las fortalezas situadas en la costa de la Florida, con otros detalles análogos.
Nacían verdaderamente las dilaciones de la sospechosa conducta de Rottembourgh, quien, mostrándose excesivamente político y contemporizador, parecía en realidad inclinado a prolongar cuanto pudiese el arreglo pacífico. Enviáronse quejas al gobierno de Luis XV, y en virtud de ellas el cardenal Fleury escribió al embajador de Francia que consignase por escrito sus definitivas condiciones.