ACTA
ACTA APOSTOLORUM
Éste es el título del libro que sigue en el Nuevo Testamento a los cuatro Evangelios, y fue escrito por San Lucas, como también uno de los cuatro Evangelios admitidos y reconocidos por la Iglesia como auténticos.
En castellano se dice “Actos de los Apóstoles” más bien que “Hechos” por la mayor proximidad y afinidad de las palabras atendidas las radicales.
Si entre los evangelistas descuellan San Juan por el dogma y San Mateo por la moral, San Lucas sobresale como historiador y biógrafo y se confirma este título con la continuación de su evangelio en donde escribe con gran maestría los sucesos de la Iglesia naciente, acreditando sus relevantes dotes de buen narrador e historiógrafo. El primer versículo de su libro dirigido a Teótimo comienza desde luego manifestando que éste es continuación de su Evangelio como queda dicho.
Los hechos que narra son principalmente los de San Pedro y San Pablo, y aún más los de éste por quien manifiesta especial predilección. De los demás apóstoles habla al principio aunque poco, y sólo en los sucesos próximos a la Ascensión del Señor y venida del Espíritu Santo, institución de los diáconos y dispersión después del martirio de San Esteban.
Desde el capítulo ix, en que narra minuciosamente la conversión de San Pablo, la narración se concreta a San Pedro y a éste, de modo que sólo en el capítulo xii se trata de la nueva persecución promovida por Herodes en Jerusalén, en que murió Santiago y estuvo a punto de morir San Pedro. Detiénese a contar cómo la Iglesia se iba propagando y entrando en ella los gentiles, que parece ser uno de los fines que se proponía demostrar muy sabiamente el narrador, para vencer ciertos resabios de rabinismo que aun quedaban, pues, a fuer de griego, no tenía tan arraigadas las preocupaciones exclusivista a de los oriundos de Judea.
Desde el capítulo xix, en que comienza a narrar la tercera misión de San Pablo, ya se dedica a éste exclusivamente en sus viajes como libre o como preso.
El capítulo xxviii y último concluye narrando su llegada a Roma y su controversia con los judíos, concluyendo por increparles su dureza, añadiendo que por eso el reino de Dios se iba comunicando a los gentiles, no olvidando esta frase casi capital de su objeto, al parecer, y añadiendo que estuvo dos años preso en Roma, predicando francamente y sin restricción. Cum omni fiducia, sine prohibitione.
La tradición española supone que después de este bienio y absuelto por el César, fue cuando vino a España. El hecho es que la narración queda allí truncada, y eso nos hace creer que San Lucas la escribió en Roma estando con San Pablo, hacia el año 56 al 57 de la era vulgar.