ACLIMATACIÓN
ACLIMATACIÓN DE LOS ESPAÑOLES EN LAS ANTILLAS
En las Antillas españolas, aunque en estación y sus elementos meteorológicos son los mismos próximamente que los de las Antillas inglesas y francesas, las cosas pasan de muy distinto modo. La población blanca se ha, elevado por un incremento regular de 96 440 (en 1774, Ramón de la Sagra) a 793,484 (en 1861, documentos oficiales).
Claro es que la inmigración tiene una gran parte en esta progresión asombrosa, pero no es menos cierto el desarrollo propio de la población por su movimiento interior.
Desde 1849 al 57, la mortalidad es de 24 por 1.000 y la natalidad de 41 por 1.000, de suerte que los criollos españoles tienen una mortalidad menor que en España que es de 27, y en cambio la natalidad o fecundidad es superior a la de la Península (0,036). España paga bien cara la aclimatación de su raza en la Isla de Cuba. Son enormes los estragos del clima en las guarniciones (mortalidad de 72 por 1.000). La producida solamente por la fiebre amarilla es de 27 por 1.000; ataca 82 hombres por 1.000 y mata del 18 al 53 por 100 de los atacados.
En los inmigrantes civiles los estragos son grandes aunque no tan considerables, pero este cuadro desolador contrasta con la prosperidad evidente de los que se adaptan al clima. La aclimatación de los españoles en Cuba se hace por verdadera selección. Las organizaciones inadaptables desaparecen pronto, las otras prosperan rápidamente y gozan de una fecundidad notable en relación con los recursos crecientes de la perla de las Antillas.
Los datos relativos a Puerto Rico arrojan iguales resultados. La raza española no sólo resiste al clima, sino que prospera y se multiplica en condiciones ventajosas. En el período de diez años, del 51 al 61 de este siglo, la población blanca en Puerto Rico se eleva de 188.970 a 300.406, y la de los hombres de color, en igual tiempo, de 127.400 a 241.037; el número de esclavos permaneció estacionario. Beschereile en cambio refiere que al fin del siglo xvii se habían apoderado los ingleses de Puerto Rico, y se vieron obligados a abandonarla diezmados por las enfermedades, lo que prueba la diferente aptitud de las dos razas para la aclimatación.
Por sus orígenes se puede afirmar que la raza española ha recibido tres veces sangre africana en el transcurso de su historia, y la temperatura de la península ha debido conservar su aptitud para la adaptación a los climas tropicales. En efecto, la raza española actual resulta de la mezcla de varias ramas indo-europeas (celtas, romanos visigodos), fundidos : 1° con la raza primitiva ibérica, originaria de Caldea y venida por el África, según G. Eichhoff, que funda su opinión en las afinidades del lenguaje; 2° con la raza siro-árabe (semitas), por Tiro que desde los tiempos más remotos había colonizado las costas de la Iberia y sobre todo por Cartage, que fue largo tiempo su metrópoli, y 3° en fin, con los moros de África que poseyeron a España durante largos siglos con un esplendor y poderío favorables a los cruzamientos. Seguramente al influjo de la sangre africana debe el español mayor facilidad e inclinación a los cruzamientos con las negras en lo que aventaja, con los portugueses, a todos los indo-europeos.
El mulato de anglo-sajón es débil y sin posteridad válida, en tanto que el mulato español es muy vivaz y capaz de larga descendencia. Así abunda en las Antillas españolas una numerosa población mulata, y por conducto do ella la sangre negra pasa incesantemente a la población criolla.