ÁCIDO
EFECTOS FISIOLÓGICOS DE LOS ÁCIDOS VEGETALES
Figuran entre estos ácidos como más importantes bajo el punto de vista terapéutico el láctico, acético, oxálico, cítrico, tártrico y málico. Diferénciense sólo sus efectos de los producidos por los minerales en dilución en que su acción local es mucho menos enérgica, y por las transformaciones que experimentan introducidos en el torrente circulatorio.
En efecto, los ácidos vegetales, unidos después de su ingestión con bases alcalinas, se convierten en la sangre en carbonatos alcalinos, y de consiguiente no aumentan la reacción ácida de la orina o la hacen francamente alcalina. Por lo tanto, la administración de los ácidos orgánicos diluidos equivale, en cierto modo, a la administración de los medicamentos incluidos en el grupo de los alcalinos.
El ácido oxálico excede a todos los citados en actividad tóxica. No se conocen los efectos del ácido láctico administrados al hombre en grandes dosis. El ácido oxálico no determina accidentes nocivos, ni aun tomando un gramo cada hora; a la dosis de 7 a 8 gramos, produce una gastroenteritis y puede ocasionar la muerte en breve plazo (en media hora por la ingestión de cinco gramos en el caso de Taylor). Obra el ácido oxálico como los venenos cardíacos, ofreciendo gran analogía la intoxicación por el oxalato de potasa y la producida por el potasio. La acción tópica de este ácido pone blanca la mucosa de la boca, fauces y esófago, pálida la del estómago y pardo, ácido y gelatinoso el contenido de esta víscera (Tardieu). La dilución del ácido puede dar lugar a la ausencia de estas alteraciones anátomo-patológicas.
Las intoxicaciones con el ácido tártrico son mucho más raras, y las dosis necesarias para producirlas necesitan ser mucho mayores. A dosis fraccionadas pueden tomarse hasta 60 gramos sin riesgo; 30 gramos tomados de una vez produjeron la muerte al noveno día (Taylor). Los efectos tóxicos dependen de la cantidad de ácido que se ingiera de una vez y de su concentración. Las manifestaciones sintomáticas de la intoxicación tártrica son semejantes a las de la oxálica. El uso continuo de la limonada tártrica ocasiona dispepsia; la cítrica se tolera mejor, y mejor aún el zumo de limón, en el cual la mayor parte del ácido va combinado con la potasa. Por esto el zumo de limón posee propiedades antiescorbúticas y diuréticas que sólo posee el ácido en muy corto grado.
Como digestivo, el ácido láctico aventaja a todos los demás ácidos vegetales; vienen después el cítrico y el acético. Su uso prolongado produce, sin embargo, como el clorhídrico, trastornos gástricos y disminución en la nutrición. El ácido láctico disuelve, como el clorhídrico, las pseudo membranas, por lo que Weber lo recomendó en el crup. El ácido cítrico favorece también el desprendimiento de los depósitos pseudo membranosos. Por la facultad disolvente del ácido láctico sobre los fosfatos térreos ha tratado de explicar Heitzmann la producción del raquitismo en virtud de un exceso de este ácido en el organismo, opinión combatida por Heiss.
El acido málico, de sabor sumamente ácido, se conduce como el tártrico; lo mismo que éste, en presencia de la pepsina del jugo gástrica, se transforma parcialmente en ácido sucínico, el cual también ingerido en el estómago, obra como los demás ácidos vegetales, se combina con los álcalis y se transforma en ácido carbónico.