ACCIÓN
ACCIÓN EN LITERATURA
La acción es el desarrollo del hecho o hechos que constituyen el asunto y argumento de una obra literaria; es la fábula misma en movimiento. Las obras dramáticas, las novelas, los poemas épicos, de más o menos extensión, tienen y necesitan tener siempre, además del pensamiento o asunto que tienen también las poesías líricas, un hecho que contar que poner en escena, y que forma el argumento; y este mismo argumento o hechos, con todos sus incidentes, es la acción.
Los preceptistas dicen fundadamente que la acción ha de ser una, íntegra, verosímil, interesante: la unidad es condición y ley de todo ser, y debe serlo de las obras de arte.
Una obra sin unidad de acción, sería dos obras, o tres obras, o mejor, sería un conjunto deforme, que no podría ser apreciado, ni sentirlo, ni abarcado cumplidamente por nuestro espíritu que es uno y busca en todo la unidad. La unidad de una acción se percibe y se cumple, condensándola, digámoslo así, en un personaje principal (protagonista), centro y alma de los sucesos.
La acción ha de ser íntegra, es decir completa, con principio, medio y fin, que se llaman exposición, nudo y desenlace. La exposición comprende, no sólo el principio de la acción, sino también los antecedentes necesarios para su debida inteligencia: el medio o nudo, la forma, la complicación de los sucesos, y la serie de dificultades que retardan el fin apetecido o propuesto; y el desenlace es este mismo fin, la solución de las dificultades, el término feliz o desgraciado de la acción.
La verosimilitud es aquella verdad relativa que ha de tener toda acción; la cual, si bien fingida las más de las veces en las obras literarias, debe acomodarse a las leyes de la realidad y de la lógica, no mezclando, por ejemplo, tigres con corderos, como decía Horacio, y dando a las personas y a los sucesos ficticios las mayores apariencias de verdad. Cuan importante sea la verosimilitud, se comprende considerando que la falsedad y la mentira repugnan a nuestra naturaleza y no nos interesan en las obras de arte, pudiendo sólo distraernos un momento en las obras de mero entretenimiento. Y aun en estas, todavía cabe cierta especie de verosimilitud que respeta, cuando menos, las leyes generales del ser y las condiciones del asunto; como sucede en los poemas paródicos, cuyos personajes son hormigas o moscas que hablan, discuten, se arman, etc. Muchas veces también, debajo de estas formas ligeras, se ocultan serias realidades, y una obra que parece insustancial y baladí, contiene una pintura de una sátira de una clase de hombres o del hombre todo.
El interés es la otra condición indispensable de la acción, que si no nos conmoviera, no despertara nuestra atención y curiosidad, y haría despreciable la obra, por buenas cualidades de estilo y lenguaje que tuviese. En esto dijo bien Boileau: todo es bueno en literatura, menos lo fastidioso: Tous les genres sont bous, hora le genre ennuyeux.
El interés de una acción nace de varias causas: ya de la grandeza del mismo asunto; ya de las simpatías que los personajes nos inspiran; ya de las dificultades con que luchan, que es la principal causa del interés. Estas dificultades son de varias especies: unas proceden de accidentes meramente externos, v. g. una prisión que impide salir a un personaje, cuya libertad sería precisa para el bien o la salvación de otro; otras, de oposición, de pasiones y caracteres, lo cual da un interés extraordinario a las obras literarias: un avaro, un celoso, un vengativo, suscitan pavorosos conflictos por causas y hechos en sí insignificantes; y sólo el ver sufrir a una persona, víctima de una pasión propia o de mala voluntad ajena, basta para conmovernos e interesarnos, porque somos hombres, y todo lo humano es nuestro, como decía el poeta latino.