ACCIDENTE
EL ACCIDENTE EN EL ORDEN MORAL
Aun limitada la existencia del accidente al orden inteligible, no se puede desconocer que éste se traduce en el orden práctico, puesto que en último término vivimos según pensamos. Para la práctica de la vida y en lo que toca directamente al orden moral, el accidente es concebido como la concurrencia o coincidencia de causalidades finitas (causas extrañas, cuya naturaleza se desconoce por el momento) que producen efectos o fenómenos que no podríamos prever o presumir, dado el estado de nuestro pensamiento, y que producen sus obligadas consecuencias, lo mismo en la esfera del mal (accidente desgraciado, mala suerte, mala sombra, etc.) que en la del bien (accidente favorable, fortuna, buena suerte, etc.).
Prueba la experiencia que la adversidad, la escuela de la desgracia, pone a prueba el temple de las almas puras, mientras que los vientos favorables de la fortuna inclinan a la molicie. Observación es esta recogida certeramente por Cristo en su enseñanza evangélica, cuando simbólicamente dice que su doctrina va encaminada en especial a los pobres y que es más fácil que pase un cable por el ojo de una aguja que el que penetre un rico en el reino de los cielos.
Pero, aparte esta verdad de hecho, que como tal es innegable en la parte de realidad que abraza la observación, patento es por demás que si la vida moral tiene como característica primaria ser vida consciente, que se sepa de si y del fin que persigue a la vez que de los medios que pone en acción, en nada debe afectarla el accidente, ya favorable, ya adverso. Así es que ni la pobreza es signo indeleble do honradez, cuando a veces se observa que la miseria hace pecar a las almas mas puras, ni la riqueza es garantía de inmoralidad, pues no faltan casos (y ojalá fueran más frecuentes) de gentes que emplean sus riquezas en obras meritorias.
Como causas concomitantes o condiciones complementarias podrán ser objeto de análisis el accidente favorable o el accidente adverso; pero para la vida moral, para la vida consciente siempre resultarán medios advenedizos, de naturaleza desconocida, que el agente, con su devoción inquebrantable al bien, debe emplear en servicio exclusivo de la virtud, sin desalentar ante los reveses de la fortuna, ni enloquecer, olvidando sus deberes, ante los favores inconsistentes de la suerte.